Resguardan la memoria de los ancianos

AutorGeorgina Montalvo

Una disparidad más entre los países desarrollados y los que están en vías de alcanzarlos: dos terceras partes de la población con demencia habitan en naciones de bajos ingresos, es decir un 66 por ciento de los pacientes, y ahí sólo se produce el 10 por ciento de investigación al respecto.

Ante tal desigualdad, Martin Prince, psiquiatra del Instituto Nacional de Psiquiatría de Inglaterra, propuso a la mexicana Ana Luisa Sosa, responsable del Laboratorio de Demencias del Instituto Nacional de Neurología y Neurocirugía (INNN) y otros investigadores de los países que albergan a ese más de 60 por ciento, generar la investigación necesaria para atender en su propio contexto el problema.

Así nació en 1999 el Grupo de Investigación de Demencia 10/66.

"Vimos que la mayoría de los países de mediano y bajo ingreso usábamos las prevalencias de demencia de otros países. No teníamos datos propios. Además, el envejecimiento poblacional se dio rápidamente, de tal manera que apenas estábamos terminando con las enfermedades infecciosas, cuando ya teníamos las crónicas, como la diabetes, la hipertensión y las demencias. No estábamos preparados para este tipo de problemas", explica Ana Luisa Sosa, líder del grupo de investigadores mexicanos.

A casi 15 años de trabajo, y con más de 60 artículos científicos publicados, algunos en la revista médica The Lancet, México ahora sabe que 7 por ciento de la población mayor de 65 años tiene algún tipo de demencia y que, considerando que el principal factor de riesgo para desarrollar algún deterioro mental es la edad, el País enfrenta un panorama poco favorable para esta población.

De hecho, calcularon que cada 15 años se duplica el número de pacientes con demencia en México, mientras en los países desarrollados eso sucede cada 20 años.

INVESTIGACIÓN PERMANENTE

Llegar a la certeza de la prevalencia de demencias en los adultos mayores mexicanos implicó alrededor de cinco años de trabajo de campo y análisis de datos.

Sin recursos económicos suficientes, los investigadores diseñaron y validaron los instrumentos de evaluación para identificar si un adulto mayor tenía demencia, de qué tipo y en qué grado.

"Los instrumentos con los que habíamos evaluado el estado de memoria, la atención y la cognición en general de los adultos mayores eran útiles en países en desarrollo, porque eran para personas de alta escolaridad; acá los adaptamos e hicimos instrumentos para población que no supiera leer ni escribir", asegura la doctora Sosa, quien ha dedicado su vida profesional a la psicogeriatría.

Con esos instrumentos en mano, los investigadores salieron a la calle a tocar casa por casa de un área rural y otra urbana para identificar dónde había adultos mayores y encontrar mil en cada una.

"Era una evaluación extensa, más de mil 200 variables por cada sujeto; además de sus datos generales, preguntábamos sobre escolaridad, si era migrante, sobre alimentación, enfermedades, hacíamos la exploración del estado de su memoria y...

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