Quieren para Cantú más ojos académicos

AutorDaniel de la Fuente

Es insólito que un artista del poder y calidad de Federico Cantú carezca en estos momentos de una crítica atenta al desarrollo que tuvo su obra, comentó el curador y museógrafo Agustín Arteaga.

El ex director del Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires y quien participó en la última exposición en vida de Cantú, en el Palacio de Bellas Artes indicó que la obra del falso oriundo de Cadereyta -ya que pese a ser de Monterrey siempre indicó que había nacida en aquella ciudad- merece una revisión más a profundidad.

"Hace faltan más ojos académicos para seguir sus obras en ese laberinto que fue su producción", dijo. "Federico carece de miradas que profundicen en sus influencias helenísticas y prehispánicas, que le sigan la pista a este hombre al que equivocadamente se le ha tipificado como 'el último de los clásicos, cuando lo que menos tenía su obra era clasicismo, sino una abundancia de elementos del barroquismo".

Arteaga, el artista Gerardo Cantú y el director del Centro de las Artes, Xavier López de Arriaga, presentaron el catálogo "Federico Cantú. El Arte, Vocación de Vida", en la Pinacoteca, la noche del jueves en el marco de la magna exposición que fue inaugurada el 20 de febrero en el espacio cultural, y que fue montada por Eliseo Garza y Claudia Avila.

El crítico indicó que una de las épocas más fructíferas del artista, que en este año cumpliría 100 de vida, fue durante su estancia en París, muy joven, en la época previa a la guerra y donde los excesos estaban a la orden del día.

"Es interesante encontrar en sus figuras alusiones al mundo 'underground' de aquel tiempo: la palabra 'coca' en sus trabajos, la influencia de Cocteau, de Artaud, referencias al alcohol y las mujeres, porque en medio de sus ironías Cantú está comunicando todo lo que vio y vivió en Europa durante su estancia.

"Era una artista de una enorme congruencia entre lo que fue su vida y su trabajo", dijo.

Copiarse a sí mismo una y otra vez, dijo, no consistía sólo en repetir sencillamente su obra, sino en cuestionarse, renovarse, explorarse. Su obra, entonces, reproducía elementos de anteriores trabajos, matizándolos, mejorándolos. Y siempre tomando distancia de "los tres grandes": Rivera, Siqueiros y Orozco.

Cantú, por su parte, calificó al "Ulises de Cadereyta" como una "antorcha".

"Era tal su entusiasmo por la vida", dijo el pintor, "que estar con él era pasarse momentos deliciosos escuchando anécdotas, paseando por museos, librerías, hablando de emociones y...

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