Proyecto Familia/ Ya no reprobamos

AutorIrma Laura Ortiz Moctezuma

¿Se ha dado usted cuenta cómo lentamente, sin percatarnos, hemos modificado nuestros patrones de conducta y valores morales? Aquello que hasta hace algún tiempo era inaceptable, hoy la sociedad lo ha convertido en cotidiano y permisivo.

Cada vez es más frecuente observar gran cantidad de personas apáticas a la crítica o a la reprobación.

"¿Para qué reclamo? ¡Sólo pierdo mi tiempo y al final no solucionan nada!", cuestionaba un señor inconforme por el servicio de un restaurante.

"Me encantaría decirle a la maestra de Elena que no me gusta la falta de respeto con que le habla; pero si lo hago, sólo lograré que la ignore durante todo el año y no le explique la clase cuando mi hija lo requiera", manifestaba una madre de familia a otra, mientras esperaba la salida de su hija.

"Te comportas de una manera agresiva!", reclamaba un hombre a su pareja, siempre que ella expresaba sus pensamientos y sentimientos.

Ejemplos como estos, podría enumerar muchísimos, que van desde la más simple molestia, hasta aquellos tan vitales como los que afectan contra la vida.

¿Dónde reside el problema? ¿Por qué la sociedad ya no reprueba? En días pasados escuchaba la polémica provocada en un grupo de maestros. Uno de ellos comentaba que en la institución en la que labora no se le permite reprobar alumnos; otro más expresaba que en su escuela son más "diplomáticos". El director les llama y les pide reconsiderar y "rescatar" a los alumnos que al término del año escolar son considerados reprobados; hubo quien expresó que en su centro de trabajo la psicóloga hablaba a los maestros de los graves daños causados a los niños que reprobaban.

De acuerdo al diccionario la palabra reprobar significa no aprobar, dar por malo. ¿De dónde surge entonces el temor a designar algo como malo, erróneo o equivocado? ¿Acaso cuando pequeños nos enseñaron a aceptar todo, a decir siempre que sí, a no cuestionar, porque "era malo"?

Reconocer la personalidad del niño no implica para los padres renunciar a su función social indeclinable. Son ellos los encargados de establecer las primeras normas de disciplina y el concepto de autoridad, sin las cuales se hace imposible vivir normalmente. Dichas nociones se van incorporando desde la cuna al ser en formación; los hijos deben ir aprendiendo a vivir en sociedad, y son los padres quienes han de transmitirles, calmada y persistentemente, con energía pero con amor, las normas del medio en que se desenvuelven. Es así como se logran individuos adaptados...

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