DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / La voz del amo

AutorCatón

Don Languidio, caballero abundoso en almanaques, le anunció a su esposa, doña Clorilia, que iba a ver al médico. "-¿Te sientes mal?" -preguntó ella sin levantar la vista de la tableta donde estaba jugando al Candy Crush. "-No -respondió el añoso señor-. Quiero que me recete algún vigorizante que me permita volver a hacer obra de varón". "-Yo voy contigo" -dijo doña Clorilia al tiempo que apagaba su artilugio y se ponía prontamente en pie. Inquirió don Languidio con sorpresa: "-¿Por qué quieres ir? Ya te dije que voy con el médico". Replicó la señora: "-Yo también voy. Si vas a usar de nuevo esa cosa oxidada que tienes yo le pediré al doctor que me aplique una inyección contra el tétanos"... La mejor manera de recordar siempre el cumpleaños de tu esposa es olvidarlo una vez... Astatrasio Garrajarra, ebrio profesional, iba por la playa cuando las olas arrojaron a sus pies una lámpara de forma extraña. La levantó y la frotó para limpiarla. De la lámpara salió un genio del Oriente. "-Pídeme tres deseos -le dijo a Garrajarra-. Te los concederé". Sin pensarlo pidió el temulento: "-Quiero una botella de licor que nunca se acabe". El genio hizo un movimiento de su mano y ¡zas! apareció en las de Astatrasio una botella de finísimo coñac francés. El beodo la abrió inmediatamente; le dio un largo trago, y otro, y otro más, y vio con jubiloso asombro que el nivel del líquido no había descendido en la botella. Le dijo al genio: "-¿Cuántos deseos me dijiste que me ibas a conceder?". Respondió el oriental: "-Tres". Pidió con ansiedad el borrachón: "-¡Dame otras dos botellas como ésta!"... La señorita Peripalda, catequista, les preguntó a los niños cuál era en su opinión la más grande manifestación de amor. Uno dijo que el respeto. Otro opinó que la fidelidad. Una niñita declaró que era el sacrificio por la persona amada. Pepito, ante la alarma de la piadosa señorita, levantó la mano y respondió: "-La mayor manifestación de amor que puede haber es follar". Por poco le da a la catequista un soponcio, telele o patatús. Toda sofocada le ordenó al precoz niño: "-¡Sal inmediatamente del salón, y no regreses si no traes una nota de tu padre!". El siguiente sábado Pepito se presentó de nuevo en la clase muy orondo. Le preguntó, severa, la...

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