DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Suave Patria

AutorCatón

La Suave Patria, el emblemático poema de Ramón López Velarde, cumplió 90 años el Domingo de Pascua de esta Semana Santa que pasó. El poeta fechó esa opus magna el 24 de abril de 1921. Nacían sus versos, hermosamente endecasílabos, y moría él: pocas semanas después se le acabó la vida a los 33 años, la edad del Cristo azul que se le acongojaba en la atribulada dualidad de su agonía -o sea combate- entre el azul y el barro, entre el espíritu y la carne. Yo amo ese poema. Si estuvieras aquí conmigo te lo recitaría de memoria. La Suave Patria es un caleidoscopio; un collage; una sucesión de diapositivas sin orden aparente, hiladas como intuiciones súbitas, igual que si el poema se hubiese ido haciendo a sí mismo. Eso sucede con la verdadera poesía: se hace a sí misma, y el poeta es sólo su amanuense. No son vigentes ya, obvio es decirlo, algunas de las idílicas imágenes de ese entrañable canto laudatorio. Pero algunas de sus palabras parecen haber sido escritas hoy. López Velarde vio la hora actual, con su vientre de coco, es decir redondo, como el de una mujer preñada; una hora cargada de futuros acontecimientos. Así es la presente hora de México. De nueva cuenta trepida el País, sacudido ahora por otras violencias diferentes a las de la Revolución que vivió el zacatecano, pero ominosas como aquéllas. Ya no puede ser esa patria siempre igual, fiel a su espejo diario. En el cristal se reflejan hoy la pobreza, la injusticia, y uno de los mayores frutos de esos males: la inseguridad. Enfrentada al hambre y al obús, otra tendrá que ser la patria, muy distinta, para que vuelva a tener las suavidades que perdió. Y sin embargo estas horas sombrías no son culpa de la patria. Ella es -lo dijo el poeta- impecable y diamantina, vale decir sin mancha, clara y fuerte. Inaccesible al deshonor, seguirá floreciendo por encima de las perversidades de sus malos hijos, y sobre la tibieza y dejadez de quienes quizá no somos malos, pero sí indiferentes, aun sabiendo que nuestra indiferencia abre la puerta a la...

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