DE POLÍTICA Y COSAS PEORES / Plaza de almas

AutorCatón

Mi calle... Calle llamada del General Cepeda, en el antiguo barrio de Santiago. Es como una niña que baja serpenteando desde lo alto del cerro. Todavía recuerda el curso del arroyo que después se hizo acequia y luego se hizo nada. Vieja calle de General Cepeda. Mi mundo son estas casas, todas mías. En ésta cuya adornada puerta conserva sus vidrios de colores, vivió Felipe Sánchez de la Fuente cuando aún no era don Felipe. ¿O lo era ya? Joven -porque también fue joven-, estudiante de primer año de Leyes, hacía reír a las lindas muchachas de su edad porque les hablaba de usted, ceremoniosamente: "¿Se encuentra usted bien, amable señorita?". Y ellas, dándole una familiar palmada en el pecho: "¡Ay, Felipe!, ¡tú siempre con tus cosas!". Paso por esa esquina muy temprano. Amanece, y el sol asoma por la Sierra de Zapalinamé; alambica su luz por entre los vidrios de colores de la casa, y pinta con un mágico iris la de enfrente. Yo vi eso hace 70 años, cuando iba a la misa de escolares en el templo de San Juan, y lo veo ahora. El mismo sol, los mismos vidrios, el mismo yo... En la casa vecina vivió esta señora, pequeñita y feúcha. Su casa tiene tres cuartos, y está amoblada con pobreza. ¿Es pobre esa señora? No. Es muy rica. Porque tiene un hijo. El hijo no es habido en matrimonio. Es habido en la vida, y eso cuenta más. Ella conoció a un hombre -un solo hombre; una sola noche-, y la vida santificó ese encuentro con un hijo que es ahora toda la vida de su madre. Pequeñita y feúcha esa mujer, es grande y es hermosa por su hijo. Cuando va por la calle con él, tomados de la mano, es la dueña del mundo, y no baja la vista por no tener marido, en ese tiempo en que ser madre sin esposo era baldón que convocaba todas las hostilidades. Yo soy amigo de ese niño. Su madre, quien oye misa todos los días pero no comulga, me lo agradece sin palabras. Cuando voy a su casa se encamina con pasos menuditos a La Muralla, la noble panadería de don Leoncio Saucedo, y compra el pan para que merendemos. Cuando ellos están solos no meriendan... En esta otra casa...

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