Plaza Pública/ Unidad nacional

AutorMiguel Angel Granados Chapa

La columna de hoy fue escrita deliberadamente tarde. He deseado esperar el momento en que se cumplen las 48 horas fijadas por el Presidente Bush a Saddam Hussein para irse de Iraq. No cedió el dictador iraquí a esa conminación, y en cualquier momento comenzará el ataque militar que perpetrará el Gobierno de Washington, pese a la oposición casi universal a esa letal aventura.

El Presidente Fox, en México, se reunió ayer mismo con los dirigentes de los partidos con mayor presencia electoral, y con los miembros de la cúpula empresarial, el CCE. Cosechó así nuevos apoyos, los más significativos, a su proclamada defensa del multilateralismo, a su discrepancia con Estados Unidos. Los líderes empresariales, con crudo pragmatismo (semejante al que mueve las decisiones guerreras en el vecino país, donde no se vacila en trocar vidas humanas por ganancia económica), habían sido partidarios de alinearse con la posición norteamericana, a la hora de votar en el Consejo de Seguridad. No hubo necesidad de hacerlo, porque Washington (y Londres y Madrid) supieron a tiempo que no contarían con los nueve votos necesarios para legitimar su acción guerrera. Según el criterio de los líderes empresariales, el Presidente hubiera actuado bien guardando silencio, pues el agresivo desaire de Bush al órgano principal de las Naciones Unidas (al que de paso descalificó en su discurso del lunes pasado) evitó hacer explícita la posición mexicana.

Pero el presidente Fox decidió que, puesto en sintonía con el sentir mayoritario de los mexicanos, le vendría bien expresarlo, lo que hizo apenas abandonó su lecho en el Hospital Central Militar. Atinó al hacerlo, pues su gesto le suscitó un amplio y nunca antes alcanzado apoyo, incluido el de quienes hubieran preferido lo contrario. Ese respaldo, sin embargo, implica también un compromiso, que consiste en consolidar la posición pacifista de México.

El Presidente lamentó la decisión guerrera de Washington. En rigor, debió condenarla, porque infringe la legalidad internacional y porque de hecho ha destruido o dejado en situación de desastre al Consejo de Seguridad. Pero no nos pongamos tercamente exigentes, para no romper la unanimidad del apoyo a Fox, y contentémonos con la lamentación que, aun así de módica, decepcionó al Gobierno de Washington. Pero Fox debe admitir que no basta haber expresado el lunes su posición. Inició así un proceso en que debe haber congruencia. Y no la ha habido en las horas inmediatamente posteriores al...

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