PLAZA PÚBLICA / Treinta años

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

El 13 de julio de 1977 apareció por primera vez esta columna en un diario de la Ciudad de México. No me autocelebraré por que hoy se cumplan 30 años de ese momento. Me ahorran el rubor de hacerlo los generosos textos de Sergio Aguayo (EL NORTE, 11 de julio) y Javier Corral (El Universal, 10 de julio), así como la probadita de helado de mamey que me convida Germán Dehesa (EL NORTE, 12 de julio). Sin dejar de hacer referencia a mi propia persona, aprovecho la efeméride para revisar la transformación de la política -materia principal aunque no única de esta columna- y de la prensa, y los medios de comunicación en general, en estas tres décadas.

Fui formado en una familia donde imperaban la laboriosidad y el respeto a los compromisos: "hay que dar cumplimiento", predicaba mi madre ante los deberes que la vida iba imponiendo. Recuerdo la repetición de la fórmula a Horacio, mi hermano mayor, que en su adolescencia era suplente en una fábrica textil. Tenía que presentarse a la puerta del establecimiento al comienzo de cada turno (7 de la mañana, 4 de la tarde y 11 y media de la noche) a ver si faltaba personal. Podían transcurrir varios días sin ser una sola vez llamado a trabajar, por lo que ocasionalmente, especialmente por la mañana, hubiera deseado no presentarse al pase de lista. Pero, de caer en la tentación del desgano, habría perdido su lugar en la lista (con lo que disminuían sus posibilidades de trabajo) y sobre todo no cumpliría sus deberes.

Mi madre predicaba con el ejemplo. Improvisada profesora a los 13 años (ministerio que se prolongaría por 70 más), su primera encomienda la obligaba a caminar 4 o 5 kilómetros cada día, de ida y de regreso, de Pachuca al enclave minero denominado El Bordo. Entonces y a lo largo de la vida, cuando debió alimentar espiritual y materialmente a sus hijos, prolongó la duración de las jornadas y diversificó su contenido: fue al mismo tiempo que maestra costurera y, en épocas, encargada de un expendio de pan. Y siempre cumplió escrupulosamente sus deberes. Con una disciplina así vivida, y amorosamente transmitida, no me ha significado esfuerzo particular el haber escrito todos los días (salvo periodos de vacaciones cuando, ya muy adulto, aprendí a descansar) esta columna desde 1977.

Tras haber estudiado Periodismo en la Universidad Nacional (donde también cursé la carrera de Derecho), a partir de 1964 trabajé profesionalmente en la prensa. Diversos avatares que no es del caso reseñar me colocaron en mayo...

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