Plaza Pública / Marzo loco

AutorMiguel Ángel Granados Chapa

Más de un mes vivió libre Carlos Ahumada en La Habana. Llegó a Cuba el 27 o el 28 de febrero. Quizá arribó por vía marítima, en un viaje que habría partido sin registro desde un puerto quintanarroense. El servicio migratorio mexicano carece de información sobre la salida de Ahumada, pero el empresario corruptor llegó a la isla antillana una semana después de presentar y ratificar una denuncia por extorsión. La Procuraduría General de la República y el Centro de Investigaciones sobre Seguridad Nacional fueron la mar de amables con Ahumada, al coincidir por una parte en su apreciación de que su integridad física correría peligro si acudía a una oficina ministerial a denunciar hechos que concernían a funcionarios del gobierno de la Ciudad de México y, después, al tomarle la declaración en una sala especialmente alquilada en un hotel de lujo. Pero la inicial amabilidad del Ministerio Público federal se tornó ineficacia posteriormente, pues nada se ha sabido de la averiguación previa que debió comenzar a partir de la denuncia.

Ahumada no se marchó a Cuba por la misma causa que le hacía temer por su integridad. Lo hizo en previsión de que se emitiera una orden de aprehensión en su contra, lo que efectivamente ocurrió el 10 de marzo. Y es que Ahumada había sido descubierto a la cabeza de una maniobra que hizo llegar 31 millones de pesos a sus cuentas bancarias. Fue más veloz y más audaz que el gobierno capitalino. Antes de que se le acusara formalmente, y aprovechando la lenta reacción de la Procuraduría de Justicia del Distrito Federal, desapareció no sin antes montar bombas de profundidad:

El lunes 1o. de marzo, cuando Ahumada ya estaba a buen resguardo, apareció en El Noticiero de Joaquín López Dóriga un video en que Gustavo Ponce, el secretario de Finanzas del gobierno del DF, medita jugadas en un casino de Las Vegas. El periodista presentó también documentación que daba cuenta de la asiduidad del funcionario para satisfacer su adicción al juego en aquella ciudad, y su dispendiosa conducta, pues dejaba propinas generosas a su paso por el hotel Bellagio.

Más tarde se sabría que Ahumada patrocinaba esa costosa afición de Ponce, y que merced a la relación de ambos había sido posible el fraude en la delegación Gustavo A. Madero (GAM) cuyo descubrimiento hizo estallar el escándalo. Ponce aceleró el pago de facturas a seis empresas que no habían realizado y ni siquiera contratado las obras por las que se les entregaron 31 millones de pesos que los destinatarios depositaron de inmediato en una cuenta de Pagosa, empresa controlada por Ahumada.

Si bien dos empresarios implicados en el fraude y algunos empleados de aquella delegación y de la administración financiera central fueron detenidos -y recuperado un tercio de lo ilegalmente...

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