Plaza Pública/ Dignidad diplomática

AutorMiguel Angel Granados Chapa

Quienes no la conocen porque no la practican, desdeñan el valor de la dignidad. Dicen que eso no se come. Otros, menos burdos, y quizá fundados en el ejemplo bíblico del plato de lentejas, no vacilan en proponer la venta de la primogenitura por ese precio feble. Mas no se trata de una posición generalizada. Por fortuna todavía hay espacio para ejercer aquella actitud, aun frente a la insolencia del poderoso. Estados Unidos, por ejemplo, pidió el jueves pasado a 70 países, México incluido, que expulsen de su territorio a los diplomáticos iraquíes. La cancillería mexicana contestó ya en sentido negativo. No se trata de oponer pueriles desafíos al principal socio y vecino de nuestro país. Pero la decisión es plausible sencillamente porque corresponde a nuestra soberanía.

Ha sido escasa e irregular la relación entre Bagdad y México. El vínculo se inició en 1950 por acuerdo mutuo sólo puesto en práctica por nuestro país, que acreditó ante Iraq un representante con residencia en Beirut. Bagdad en cambio no envió a nadie, por lo que la cancillería mexicana se abstuvo, a partir de 1959, de mantener aquella simbólica representación. Tras 15 años de relaciones virtuales, el tercermundismo de Echeverría lo condujo a activar ese nexo y por primera vez, aunque sólo durante un corto tiempo, ambos países acreditaron embajadores. Pero México cerró en 1986 la embajada en aquel país, de modo que se ha vuelto a la unilateralidad. Aunque permanece abierta la embajada iraquí en México, no la ocupa un titular sino un encargado de negocios. Lo acompañan sólo dos funcionarios más de menor jerarquía.

No estaba en juego, por lo tanto, un valor trascendente para la diplomacia mexicana. No hay intercambios bilaterales significativos entre los dos países, no actúan de manera concertada en los foros internacionales. No tienen una política petrolera que los aproxime. Y México se sumó a la condena general que siguió a la invasión de Kuwait por Saddam Hussein, que concluyó con la guerra del Golfo hace 12 años.

De manera que si fuera por la calidad y la intensidad del vínculo con Bagdad, no habría razones para empecinarnos en mantenerlo. Pero Washington se propasó al demandar a los países que mantienen relaciones con Iraq que las pongan en riesgo expulsando a los diplomáticos de ese país. Casi nadie incurrió en la debilidad de acatar el pedido. Hasta ahora, sólo Jordania lo habría hecho. El gobierno de Ammán imputó acciones de espionaje a los ahora expulsados, lo que podría...

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