Plaza Pública/ Bienes (y males) ferro

AutorMiguel Angel Granados Chapa

A punto de concluir su periodo ordinario de sesiones, la Cámara de Diputados tiene muchos asuntos pendientes. Para desahogarlos, deberá combinar en las próximas horas velocidad y exactitud. Ese es el caso del proyecto que extingue la vida de los Ferrocarriles Nacionales de México. Lo aprobó el Senado en diciembre, y antes de ir a su receso los legisladores de San Lázaro deben hacerlo también. Pero a juicio de ex trabajadores de esa empresa pública privatizada por el presidente Zedillo (se diría que para tener después una nómina en la cual cobrar, como ocurre ahora), deben hacerse precisiones a ese documento, para ayudar a bien morir al organismo público ferroviario ultimado por el neoliberalismo.

Debe precisarse, por ejemplo, el monto y el destino del patrimonio inmobiliario de los Ferrocarriles. Como lo fue la Iglesia en el siglo XIX, como las compañías deslindadoras en el porfiriato, el mayor terrateniente al fin del siglo XX era Ferrocarriles. Su penúltimo director, Luis de Pablo, dijo en 1995 que esa empresa poseía "el uno al millar del territorio nacional". A falta de información oficial más exacta, una operación aritmética nos hace concluir que se trata de un miliardo (mil millones) de metros cuadrados, es decir, unas 100 mil hectáreas, más o menos dos tercios de la extensión total del Distrito Federal.

Por supuesto, esa superficie está dispersa y buena parte de ella pasó a manos de particulares junto con las concesiones ferroviarias. Hace falta saber qué extensión corrió esa suerte y cuál permanece en el patrimonio de la paraestatal en trance de desaparición. Así como en la minuta senatorial se incluyó la cesión de los terrenos que ocupaban los ferrocarrileros jubilados o sus descendientes en línea recta, es posible extender ese beneficio a quienes fueron liquidados durante la privatización. Estos deberán acreditar que ocupan los predios respectivos desde hace al menos cinco años, para evitar que se consagren invasiones recientes que han aprovechado que a nadie parece importarle lo que ocurre con los terrenos de los Ferrocarriles. El universo de beneficiarios puede ser muy amplio (de más de 80 mil trabajadores de 1990 actualmente sólo trabajan en las ferroviarias privadas unos 15 mil) pero la tierra disponible lo es también. O eso se supone.

No vaya a ser que ocurra al patrimonio inmobiliario de los Ferrocarriles lo que en apariencia está sucediendo con su equipo rodante. Su volumen había venido mermando como parte de la política de...

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