Perfiles e Historias / Un pilar de la danza

AutorMaría Luisa Medellín

La afición de su padre por el mundo taurino condujo a Rosario Zambrano hacia la danza flamenca.

En sus recuerdos de niña aparecen aquellas cenas en casa con los más famosos toreros de la época que pisaban estas tierras: los españoles Manuel Benítez "El Cordobés" y Juan García "Mondeño"; el rejoneador y actor mexicano Gastón Santos, y el portugués Manolo Dos Santos, entre muchos otros.

Ahora, el hogar de Rosario, de amplios jardines, muros blancos y estilo rústico, es el mismo que en temporadas veraniegas habitaba con sus 9 hermanos y sus padres, el capitán de empresa Jesús Zambrano Urtiaga y Angelina Páez Garza.

Era entonces una de las tres fincas que contaba con teléfono en San Pedro, y de la que salían a pasear a caballo bordeando arroyuelos y sembradíos de verduras, por lo que el aroma a cilantro aún la remite a su infancia.

Frente a ella tenían un lienzo charro que con el paso del tiempo se transformó en el Cortijo San Felipe, cuyo ruedo fue engalanado por figuras de la talla de Fermín Espinosa "Armillita", Carlos Arruza, Manolo Martínez y Eloy Cavazos, y en el que fungieron como jueces Mario Moreno "Cantinflas" y Rodolfo Gaona.

Matadores y rejoneadores venían a darle lustre al Festival de las Palomas, que don Jesús inició en 1965 con el propósito de recaudar fondos para la construcción de la Iglesia de San Francisco.

De porte altivo y sencilla en el trato, Rosario cuenta que había muchos personajes fascinantes a su alrededor, como el maestro del muralismo mexicano, David Alfaro Siqueiros, quien durante una reunión, en la Ciudad de México, se acercó a preguntarle a su mamá si podía hacerle un retrato.

"Al principio ella dijo que no, pero accedió a posar para el maestro porque mi papá intervino. Cuando terminó el cuadro, Siqueiros me preguntó si me gustaba, y hasta hoy me apena lo que le respondí: que la boca no se parecía a la de mi mamá", confiesa llevándose la mano a la frente y negando con la cabeza.

En un fondo rojo sangre, el artista pintó a doña Angelina sentada, con el torso erguido y las manos juntas, en actitud similar a la primera posición del ballet clásico.

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Rosario y tres de sus cuatro hermanas tomaban clases de flamenco y baile clásico español, y asistían al Colegio del Sagrado Corazón de Jesús, en el hermoso edificio de la hoy Escuela Superior de Música y Danza, construido en terrenos que fueron parte de las huertas de su familia, y que donó su bisabuelo Isaac Garza, patriarca de la industrialización en Monterrey.

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