En el pabellón con Moy

AutorDaniel de la Fuente

Editora: Rosa Linda González

Sucedió en el Penal del Topo Chico durante un conato de motín, de los tantos que ha habido.

El griterío alertó a Moisés Alejandro Sánchez Rodríguez, guardia del pabellón psiquiátrico, quien llamó pausadamente a los casi 130 internos de su área y que en ese momento estaban afuera de sus celdas.

"Les decía 'tranquilos, métanse', y a 100 de otro ambulatorio les dije 'ustedes también, pásenle'", cuenta.

"Luego, como creían que los que hacían el motín iban a entrar para golpearlos, gritaban '¡déjanos fuera, Moy, pa' aletear, nos van a pescar dentro!', pero les dije 'no entra nadie, se los aseguro'".

Llegaron unos (de los amotinados) e intentaron romper los candados, pero el guardia les dijo, pausado, que no se iban a llevar a nadie. Y los rebeldes le hicieron caso.

"Cuando todo acabó, los del ambulatorio de homosexuales me preguntaban '¿cómo le hiciste?'".

A decir del director del Penal, Ramón Calzada, Moy mantiene el control de los internos porque es un custodio querido.

"Lo respetan, lo estiman, porque está atento a sus tratamientos, a sus medicinas. Es un psicólogo".

A tres años de su llegada a prisión, Moy entró en el 2001 al pabellón que, para muchos, resultaría un peso insoportable por estar habitado por aquellos que purgan una triple condena: la de su delito, la que implica estar encerrados y la de su enfermedad mental.

Como creció entre la Garza Nieto y la Progreso, dice que de tanto ver adictos y enfermos mentales le interesó la psicología, cuya carrera comenzó a estudiar, pero la tuvo que suspender porque debía trabajar.

Tras varios empleos, ventas sobre todo, Moy, casado y con hijos, llegó a esta área psiquiátrica del Topo Chico en una época donde había muchos intentos de suicidio y los reos andaban desaseados y sin ropa.

"Desde el inicio me interesé por que anduvieran limpios, vestidos, con una actividad y, sobre todo, con medicamentos".

Afable, Moy es uno de los tres guardias que en cada turno custodian el pabellón, donde la mayoría sufre alguna enfermedad o trastorno mental, por lo que requiere tratamiento médico.

"Buena parte llega por homicidio, delitos contra la salud, corrupción de menores y daños en propiedad ajena", cuenta.

"Yo desde que entro, a las siete, y hasta que salgo, a las cinco de la tarde, checo que coman, se aseen, mantengan limpia su celda y les doy su medicamento de acuerdo a lo que diga el personal de enfermería. Sólo conmigo (se lo toman)", ríe.

Moy se ha ganado la confianza de los...

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