'Nunca se te olvida tu primer muerto'

AutorDaniel de la Fuente

Es el Anfiteatro del Hospital Universitario. Afuera, decenas esperan saber si entre los caídos en la guerra entre cárteles está su familiar.

Adentro, un grupo de sujetos con uniformes blancos y tapabocas, algunos con iPod, labora de manera automática en aquel espacio con olor intenso a formol y carnicería que se cuela hasta el paladar, dejando un sabor amargo en la garganta.

"Nunca se te olvida tu primer muerto", dice uno de tantos forenses en aquel sábado de sol. "Como que te persigue, lo piensas seguido".

Como reportero, había visto gente sin vida, pero como voluntario de este servicio de la Procuraduría estatal, durante dos semanas, no me tocó sólo uno, sino 16 acribillados en el interior del Bar Sabino Gordo la noche del pasado viernes 8 de julio.

Para conocer desde adentro lo que viven, sienten y hasta sufren los trabajadores del Servicio Médico Forense solicité colaborar como voluntario en una de sus unidades, tras una capacitación, que incluyó el uso de guantes y tapabocas, el traslado de cuerpos y el comportamiento prudente en una escena del crimen. Todo movimiento debe ser autorizado por la Ministerial y Periciales.

El cuadro en el Semefo, tras la masacre en el Sabino Gordo, es avasallador: cuerpos sobre cuerpos en planchas metálicas, listos para la autopsia.

Pese a que están lavados, o quizá por eso, es imposible dejar de mirar en aquellos desnudos bañados por la luz eléctrica sus mejillas, brazos y pechos agujereados por las balas, así como sus pliegues de carne destruida.

Allá, lo inverosímil: la cabeza de un hombre abierta de par en par a causa de los disparos.

"Hay trabajo", dice por decir algo un forense, Felipe, y un empleado del anfiteatro expresa un "mjm" aburrido.

Ya están acostumbrados. Las armas en la calle provocan esto y más. Ya escasean los servicios por heridos de bala en las estaciones de emergencias: muy pocos sobreviven.

Contemplo esta escena 15 ó 20 minutos y salgo dejando atrás a aquellos despedazados, algunos con los brazos casi levantados como implorando ayuda, junto a otros, víctimas posiblemente de muerte natural, como ancianos famélicos.

Me descubro triste. Para quien mira por vez primera un exterminio así, es difícil no sentir un ligero temblor en el cuerpo.

"Y no entramos al cuarto frío", dice con ironía José Luis, otro forense. "Puro acartonado. Tres meses y a la fosa común. Es otro olor".

Las tres unidades del Servicio Médico Forense que posee el Estado, a cargo de Cruz Verde, llegaron esa noche al...

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