Nina Zambrano/ Si pudiera volver a vivir...

AutorNina Zambrano

¿Cómo viviría, qué evitaría, qué cambiaría...?

Un hombre mayor de ochenta años, extremadamente claro, ante la inevitable sombra de su partida, nos regala una reflexión brillante sobre los cambios que haría en su vida si le permitieran tener la oportunidad de volver a vivirla de nuevo otra vez.

Esta reflexión es un poema de Jorge Luis Borges. Volvió a llegar a mis manos la semana pasada a través del correo electrónico, y no como una coincidencia, sino como una seria llamada de atención, necesaria para hacer un alto en el camino y restablecer prioridades.

Nunca el ser humano adquiere mayor lucidez que en los momentos que preceden a su muerte. Estos pueden ser tan extensos como nosotros decidamos, puesto que desde el primer instante en que respiramos, empezamos a morir.

El proceso de la muerte y su eventual presencia es absolutamente inevitable, lo mismo que inevitable es que vivamos plenamente el proceso de la vida una vez que abrimos nuestros ojos y percibimos y sentimos lo que nos rodea.

En todas las épocas y en todos los países la muerte se aprecia con ojos distintos. En algunas comunidades se celebra el acontecimiento con una gran fiesta de despedida, en otras, se llora la ausencia del viajero, en algunas más se llora y se celebra a la misma vez, y en otras, como la nuestra, el tema no se toca.

La experiencia de ver a la muerte de cerca y lo que ésta iba a significar en mi vida por los cambios tan importantes que se iban a presentar en mi experiencia como hija y mujer, generó en mí la curiosidad suficiente para buscar información que diera paz a esta inquietud, para comprender su significado, por qué sucedía y qué podía aprender de ella.

Así, lo que era un misterio inexplicable y que nadie a mi alrededor quería compartir, se convirtió en un reto que había que conquistar.

Uno de los más extraños fenómenos con que me he encontrado en esta búsqueda, y que es asombrosamente recurrente, es el terrible miedo que poseemos los seres humanos hacia el único evento en nuestra existencia sobre el que, de facto, no tenemos control alguno.

Un miedo que nos paraliza y evita nuestra puntual preparación para su eventualidad. El tema no se discute, se considera de mal gusto hablar sobre él; lo más penoso de todo es que vivimos como si este evento jamás se nos fuera a presentar, perdiendo con ello una oportunidad única para apreciar lo que vivimos y vivirlo intensamente.

La muerte física no es la única muerte a la que estamos sujetos. Existen separaciones...

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