Myriam Vachez / En nombre de Dios

AutorMyriam Vachez

Dejando de lado todos los aspectos geográficos, políticos, económicos, de seguridad global o de liberación de oprimidos, y todas las consideraciones morales o legales que justificaban o se oponían a la casi concluida guerra en Iraq, en estos días de Semana Santa, sabiendo que finalmente -aunque no sea el principal motivo- se enfrentaron dos concepciones del mundo fuertemente impregnadas de religiosidad, sería oportuno recordar que la Biblia nos dice que Dios fue a buscar a Abraham, padre de todos los creyentes, a Ur, su ciudad natal. Y que Ur se encontraba precisamente muy, muy cerca de la hoy casi destruida y totalmente pillada Basora.

Es decir, no sólo la civilización y la escritura nacieron en Mesopotamia, también empezó ahí la aventura de las tres grandes religiones monoteístas. El Oriente Medio, cuna del nombre de Dios, ha visto a lo largo de su historia pueblos devastados y centenas de miles de muertos, éxodos masivos y sufrimientos sin límites, justamente en nombre de Dios.

El racionalismo occidental quisiera poder evitar toda mención de la palabra religión en sus conflictos modernos. Desearía poder dejar de una vez por todas los sentimientos y las manifestaciones religiosos en la esfera de la vida privada, la más íntima, y pugna por la tolerancia absoluta mientras así se mantengan las cosas. Por nada del mundo logra sentirse cómodo cuando los hechos demuestran que la religión impregna la política, la vida pública, y que sus manifestaciones pueden llegar hasta a desencadenar guerras atroces en contra de los infieles.

Hoy, cuando las técnicas y las ciencias han hecho progresos inimaginables, cuando las ideas humanitarias laicas que no conocen ninguna diferencia entre los seres humanos, vengan de donde vengan y crean lo que crean, parecen haber sido integradas en la conciencia de los hombres, el racionalismo occidental sufre que le recuerden en el Siglo 21 las horas más negras de un pasado que le costó tanto superar. Sufre de ver que no todos los seres humanos de la era actual han aprendido las lecciones de la historia y que algunos no piensan ni sienten lo que "deberían pensar y sentir".

Entonces, trata de explicar por qué hay aún gente capaz de inmolarse por su religión, de contestar al llamado de la jihad, aduciendo ignorancia, pobreza, subdesarrollo, abandono, humillaciones, necesidad de buscar una identidad, de abrazar una causa para justificar una existencia tan poco alentadora, una vida tan adversa... y ahí se atora el...

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