MIRADOR

AutorArmando Fuentes Aguirre

Las isleñas de esa isla vestían sólo una faldita de tela colorida, como en los cuadros de Gauguin.

Ninguna otra prenda llevaban.

Lucían al aire las morenas tetas, emblema de la vida y la fertilidad. Eran su orgullo: jóvenes, con ellas iban a alimentar a su hijo; viejas, con ellas lo habían alimentado ya.

Sucedió que iba a llegar a la isla, en visita de cortesía, el príncipe heredero de la corona real. Los misioneros se preocuparon mucho: ¿qué diría el dignatario a ver aquella profusión de tetas? Hablaron con las mujeres y les pidieron que se las cubrieran cuando llegara el príncipe.

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