Mario Anteo / Ira sobre ruedas

AutorMario Anteo

Enervante odisea diaria del automovilista regio. Asiendo el volante con manos crispadas, el cuello tenso cual cactus, y la vista clavada en un horizonte de reverberante hojalata, abres brecha en Constitución un mediodía de verano. Estás hambriento, te duele la cabeza, apenas si avanza el auto, qué día infernal.

Imaginas los sudores del taxista, el chofer de camiones, el estudiante del vocho, tantos dramas peores que el de tu Honda, pues siquiera tú apechugas el pandemonio disfrutando el aire acondicionado y a Chopin, amén de que tu familia es un oasis allende el mar de autos.

Con todo, fácil es explotar cuando te atosigan los embotellamientos.

Gruñes, crujes, golpeas el volante, y al cabo suspiras viendo los pedales, tratando de calmarte, aplacar la furia, pues sabes que no por maldecir desahogarás el tránsito, y lo importante es conservar los cabales, la salud nerviosa, la cordura.

Alguien intenta entrar a la avenida y un auto del carril derecho acelera para impedir su acceso. Acá, dos carros se amagan y fintan, con sus conductores intercambiando señas obscenas y pegando de gritos. Más allá, dos locos se apean para trenzarse a golpes, si no es que sacan la pistola.

La cólera vial es un típico malestar de las urbes. Según un estudio de la American Automobile Association, sólo en la década de 1990 fueron asesinadas 200 personas, y casi 13 mil heridas, como resultado de incidentes de conductores coléricos en Estados Unidos.

Aquí en Monterrey carecemos de estadísticas, pero sin duda todos hemos atestiguado -si no protagonizado- un incidente donde alguien oprime un claxon, enfurecido por el auto que intenta colarse a su carril, o un energúmeno despotrica con el brazo fuera de la ventana, porque el carro de atrás viene pegado al suyo.

El caso de hace unos días llegó a los puñetazos, y es digno de estudiarse, pues demuestra que, ante el sensible incremento vehicular en los últimos tres años en Monterrey, la irritación y estrés de los conductores regios ha llegado a un nivel crítico, y urge una solución.

Un taxista se desplazaba por Padre Mier, en el Barrio Antiguo, cuando de repente un Chevy lo colisionó de lado, al intentar meterse en su carril.

El conductor del Chevy reclama al taxista no haberle cedido el paso, y éste pierde los estribos y se abalanza sobre el del Chevy.

Dice la nota de EL NORTE: "Contrario a otras ocasiones en que un accidente obstruye la vialidad y con ello causa que los conductores se desesperen accionando el claxon, ayer...

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