Mar de dunas doradas

AutorPaulina Salomón

Enviada

TAGHIT, Argelia.- Aquí abundan los paisajes exóticos. En Argelia lo mismo hay lindas playas bañadas por el mediterráneo al lado de ruinas romanas que interminables montañas de arena en el desierto.

Y en Taghit destacan las escenas protagonizadas por los niños que se deslizan sobre las dunas: no hace falta la nieve para poder esquiar.

Es cierto, pocos mexicanos llegan hasta aquí. La lejanía y su escasa promoción turística en el País son sólo dos de los motivos.

Sin embargo, con un poco de información en mano es posible iniciar una aventura por esta nación, donde la mayoría profesa el islam y cuya mezcla de culturas va de los bereberes y fenicios a los romanos, árabes y turcos, sin mencionar a lo franceses, que se quedaron unos 130 años por estas tierras.

Tras tomar un vuelo desde París, en menos de dos horas llegamos a Argel. Pasamos la noche en esta capital, que también es conocida como la Ciudad Blanca.

A la mañana siguiente partimos; prometemos regresar para entonces sí conocer sus mezquitas y palacios turcos; por ahora nos espera el Desierto del Sahara, ese mar de arena que cubre más del 80 por ciento del territorio argelino.

Abordamos otro vuelo, esta vez dura sólo 90 minutos y nos deja en Béchar, un sitio cercano a la frontera con Marruecos, a unos mil kilómetros al suroeste de Argel.

El último tramo dura menos de una hora y lo realizamos en una camioneta.

Por fin estamos en Taghit, la pequeña población que reposa en la región conocida como el Gran Erg Occidental, cuyo nombre significa, no podría ser de otra manera, Mar de Arena: sus dunas son enormes, algunas llegan a medir alrededor de 300 metros de alto y a ocupar 4kilómetros de largo.

Para conocer las costumbres de la gente del desierto vamos a un campamento alejado del poblado.

Dátiles, té de menta y un grupo de hombres tocando música tradicional enmarcan nuestra bienvenida.

Un puñado de europeos, uno que otro tunecino y solamente seis mexicanos nos unimos a los lugareños alrededor de una fogata. Todos bailamos.

La velada la protagonizan los matices que regala Taghit.

Nuestra curiosidad despierta y al otro día vagamos por el pueblo.

No sólo las dunas doradas fascinan, también lo hacen...

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