El lugar de la esperanza

AutorMaría Luisa Medellín

Al amanecer, aún con el cielo pintado de gris humo, autobuses, Suburbans y vans se alinean a medida que van llegando, por los costados de la calle Ocampo, justo a espaldas del Consulado de los Estados Unidos.

Recién se apaga el alumbrado mercurial, los faros de las unidades emiten las únicas manchas de luz, reproducidas en el espejo que forma la tenue llovizna sobre el asfalto.

El ronroneo de los motores se magnifica en el silencio y el viento frío enciende las mejillas de los pasajeros al bajar.

Don José Bueno Ríos se alisa el cabello cano y rebelde con la mano, antes de colocarse el sombrero, y su esposa, María Imelda Ortega, termina de ponerse un suéter encima de otro. La noche ha sido un largo viaje desde Guanajuato.

Hay quienes vienen de San Luis Potosí, Querétaro, Tabasco, Tlaxcala, Zacatecas, Coahuila o Hidalgo. En realidad, esas ciudades sirvieron como punto de reunión, antes hubo que trasladarse por otros medios de los ejidos donde habitan.

El propósito de los viajantes: tramitar una visa de turismo o trabajo temporal.

"Nosotros somos de San Felipe, Guanajuato, y podríamos ir a la Ciudad de México a hacer este papeleo, ¿verdad?", cuenta don José, "pero allá no lo orientan a uno, ni le explican cómo debe presentar las cosas. Aquí, la misma transportadora nos consigue la cita en el Consulado, y en el boleto del asiento de ida y vuelta agregan lo de la visa, sale bien como quiera, unos mil pesos".

Sólo ciertas líneas, como Transportes Chihuahua-Adame y Suburban Express Rental, suelen recoger al pasaje hasta los más recónditos ejidos y rancherías.

Nahúm Gálvez y una veintena de hombres curtidos y treintones abordaron la mañana anterior uno de esos autobuses, en Villa Flores, Chiapas, y llevan minutos a lo largo de la banqueta estirando piernas y brazos para desentumirse.

"Vamos a poner cercas en los plantíos, allá en Kentucky", dice Nahúm, sin dejar de moverse. "Le dimos los papeles a un representante de la compañía gringa que fue al pueblo, falta que aquí nos den el permiso".

El suyo es uno de los múltiples casos en que un reclutador contacta previamente a campesinos, artesanos o empleados de poblados pequeños para incorporarlos en forma temporal a compañías estadounidenses, si éstas los solicitan y dan el visto bueno, por medio de su identificación y documentación personal.

Por lo regular, en esta temporada las oportunidades se relacionan con la siembra, además de la soldadura, la limpieza, la cocina y el curtido de pieles, y en ocasiones hay que ir por ellas -dada la necesidad- a los estados más al norte de la Unión Americana, donde las gélidas temperaturas hacen casi indeseable la permanencia, y con un día o día y medio de camino.

La romería, ahora, avanza lenta y formando lunares humanos por la estrecha calle de Ponciano Arriaga, entre el aroma del café, las gorditas de azúcar y el huevo con chorizo que sale de los restaurancitos del área.

Cien metros adelante se sitúa la plazoleta adjunta a la oficina diplomática de Estados Unidos, un terreno asfaltado con...

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