Juntos siempre

AutorMaría Luisa Medellín

Vivían a unas casas de distancia e iban a la misma escuela. Jugaban con los otros niños de la comunidad San Julián, en Linares, donde unas 60 familias habitaban construcciones de madera enjarradas con lodo, cosechaban maíz y algunos criaban cabras, vacas, marranos y gallinas.

A Elvira y Fermín les gustaba bailar en las tertulias del pueblo, primero como amigos y luego ya en su noviazgo, el que iniciaron a la corta edad de 14 años.

El jovencito les pedía a los músicos que interpretaran "Amor Chiquito", y a veces él y los otros muchachos le daban unas monedas a un anciano de nombre Cayetano Espinoza, que tocaba el acordeón, y en un momento se armaba el baile bajo unas anacuas a las orillas del pueblo.

Aunque también eran usuales las tardeadas con músicos de clarinete y tambora, que contrataban en la comunidad para afrontar los gastos de la escuela o algunas otras obras.

Elvira recuerda que Fermín le dejaba recados o versos debajo de las piedras, cerca de la acequia, y ella iba a recogerlos en cuanto podía, con el corazón palpitando con fuerza, pero luego le reprocha que nunca la llevó a las tocadas de Los Alegres de Terán, que apenas empezaban y, sin embargo, ya eran muy cotizados para bodas o festividades en otros municipios.

"No había tanto desorden de andar pegada con el novio como ahora. Los papás no le soltaban a uno la hebra. En nuestro caso comenzamos muy chiquillos, pero era más una amistad".

Incluso cuando se iban a casar, la pidió su suegro y un amigo de la familia.

"Los portadores, que les llamaban", explica con voz sonora Elvira Guajardo Ibarra, quien desde estas fechas y hasta diciembre prepara cientos de tamales para vender; muy sabrosos, según su clientela del sur de la Ciudad.

En las mecedoras del pequeño jardín de su hogar, que siembran y cuidan entre ella y Fermín, platican que se casaron el 12 de octubre de 1943, a los 19 años.

La fiesta tuvo lugar en el solar donde vivía la familia de la novia, y su abuela fue la guisandera. La música de viento acompañó el acontecimiento que todo el pueblo celebró.

Lo recuerdan como si el tiempo no hubiera transcurrido, aunque su matrimonio está por cumplir 69 años, y ha dado muchos frutos: 10 hijos, 24 nietos y 16 bisnietos.

1 Con picardía y acento norteño, Fermín Rivera Patiño cuenta que desde el principio le llenó el ojo "La Güera", como llama a su esposa, porque era bonita, alegre y súper trabajadora.

"Yo dije: ¡Esta paloma es mía!", exclama espontáneo y su mujer le palmea el brazo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR