Josefina Leroux / Prostituyentes

AutorJosefina Leroux

La violencia doméstica aumentó 95 por ciento desde el año 2011, según el documento del Plan Estatal de Desarrollo del Estado de Nuevo León 2016-2021.

La Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, junto con el Instituto Estatal de las Mujeres de Nuevo León y la Organización Seas Quien Seas Sígueme, convocaron hace días a conformar mesas de trabajo para la construcción del Programa Estatal para Atender, Prevenir, Sancionar y Erradicar la Violencia contra las Mujeres en el Estado de Nuevo León ante la declaratoria de Alerta de Violencia de Género contra las Mujeres, demandada por la organización Arthemisas por la Equidad, A.C.

En mi opinión, hay suficientes análisis, discursos y narrativas. Lo que se requiere es voluntad política y acciones urgentes para conseguir tolerancia cero a la violencia de género. Pero los problemas de las mujeres siempre son secundarios.

Los hombres se creen superiores a las mujeres. La diferencia de poder está detrás de la violencia.

Hablo de una realidad con indicadores estadísticos. Menciono uno: de acuerdo con la Organización Internacional de Trabajo, la igualdad salarial entre hombres y mujeres no será alcanzada antes de 2086.

La relación que establecen los hombres violentos con las mujeres es de poder, de autoridad, y cuando ellas se rebelan las maltratan.

En el mundo masculino, la comunicación es jerárquica. Ellos mandan cuando son jefes, obedecen cuando son empleados. Entre amigos sólo intercambian información trivial, bromean; son raras las conversaciones personales, profundas.

"Quiere saber demasiado", me decía un marido infiel. "Me harta discutir de todo, me violenta", explicaba. Desde su óptica, ella era el problema.

A la mayoría de los hombres no les interesa el diálogo con sus parejas. Antes, durante el galanteo y la seducción, se comunicaban. Ya no es necesario, porque ellas ya no esperan ser conquistadas; son las primeras en avanzar. Las relaciones de pareja se han erotizado desde el principio, cuando ellas dejan de responder empieza el enojo.

No generalizo, me refiero siempre en este artículo al hombre violento, al macho. Ellos desconocen la empatía. Hablan de las mujeres hasta en los casilleros, pero usan un lenguaje violento. Sólo ven estos "hombres" sus tetas y sus nalgas. "Es mi nalguita", dicen, cuando traen una novia estando casados. Si la esposa es ingenua, no...

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