Jorge G. Castañeda/ Liderazgo latinoamericano

AutorJorge G. Castañeda

Hoy, en Chile y en México tiene lugar un debate que ilustra a la vez las grandes oportunidades abiertas para América Latina en el escenario mundial, y las inmensas dificultades que la región enfrenta para aprovecharlas. En efecto, detrás de la discusión sobre si ambos países debieran haber ingresado al Consejo de Seguridad de la ONU, se trasluce un dilema más amplio y complejo: si América Latina debe participar activamente en el diseño y construcción del nuevo orden mundial de la posguerra fría, caracterizado simultáneamente por la hegemonía de los Estados Unidos y por el esfuerzo del resto del mundo por acotar y controlar esa hegemonía, a sabiendas de que dicha participación entraña la aceptación de responsabilidades nuevas, la modificación de principios básicos y la cesión de segmentos importantes de soberanía; o si el subcontinente debe mantenerse fiel a sus tradiciones y convicciones, a sabiendas de que ello implica su marginación del proceso de edificación de una estructura a la que de cualquier manera tendrá que someterse a la larga. Se trata de una disyuntiva desgarradora.

El debate sobre el Consejo de Seguridad es una prenda de las aristas del asunto. Es evidente que los argumentos que se esgrimen en México y en Chile contra la participación de ambas naciones en el máximo órgano de legitimidad multilateral son contradictorios. No se puede apoyar por un lado el multilateralismo, las Naciones Unidas y el derecho internacional, y por el otro negarse a participar en el Consejo; no se puede denunciar el unilateralismo estadounidense y negarse a pertenecer al único mecanismo que puede, tal vez y muy de vez en cuando, ponerle límites al mismo.

Los argumentos utilizados contra la participación de Chile o México en el Consejo ("somos muy vulnerables debido a la frontera o a la inminente aprobación de un Acuerdo de Libre Comercio"; "somos más apegados a los principios de la Carta de las Naciones Unidas debido a nuestras tradiciones nacionalistas y/o de política exterior, de Gabriel Valdés a Alfonso García Robles") son generalizables a casi todos los países de América Latina.

Tres, y hasta hace poco cuatro países (El Salvador, Panamá, Ecuador y la Argentina), usan la moneda estadounidense; en Colombia hay una fuerte presencia militar norteamericana; Venezuela vende una proporción considerable de su petróleo a un solo mercado; Costa Rica vive de los pensionados estadounidenses que radican en aquel país, etcétera. Y sobran países en la región...

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