Jorge G. Castañeda/ La interrogante

AutorJorge G. Castañeda

La gran mayoría de los enigmas que encierra la guerra de Iraq se disiparán únicamente con el desenlace; poco se sabrá hasta que no se sepa todo. ¿Hasta qué punto, como afirmó ayer Tony Blair, la estrategia de Estados Unidos y de Inglaterra se ha desarrollado conforme a lo previsto? ¿Qué tanta resistencia iraquí ha habido realmente? ¿Fue herido Saddam Hussein el primer día, y sobrevive aún? ¿Cuánto costará la guerra, y qué impacto tendrá sobre la marcha de la economía mundial?

Todas estas interrogantes, y muchas más, recibirán respuesta sólo al término de las hostilidades. Pero, como diría Saddam, la madre de todas las preguntas es una y una sola: ¿encontrarán los estadounidenses e ingleses armas de destrucción masiva en Iraq? Del resultado de las pesquisas correspondientes dependerá en buena medida el juicio que la historia hará de la guerra de Bush y de Blair.

La saturación de informes, comentarios y análisis asegura que todos sepamos a estas alturas que abundan las teorías explicativas de las causas del ataque anglo-americano. Petróleo, consumo del material y de la tecnología militar generados por los mega-presupuestos bélicos, proyecto de democratización del Medio Oriente en su conjunto, primer paso hacia una embestida contra Irán y Siria: en fin, cada explicación posee su lógica y su exageración, cada quién se inclina por la que más se acerca a sus preferencias o inclinaciones ideológicas o geopolíticas. Pero como la justificación explícita, diplomática, oficial y legal ofrecida por Blair y Bush ha consistido sistemáticamente en la amenaza que para el mundo representa la posesión iraquí de armas de destrucción masiva, en ello se va a jugar la partida.

Ante los inspectores de la ONU, Washington y Londres podían alegar que resultaba inverosímil que un centenar de expertos podría hallar armas escondidas en un país enorme sin la cooperación del régimen. Pero si el régimen son los mismos estadounidenses e ingleses, bajo la especie de protectorado que se va a establecer de una manera o de otra en Bagdad, el tema de la cooperación se desvanece, así como el de los recursos limitados.

La discusión sobre las entrevistas con los científicos iraquíes caerá por su propio peso: o bien serán prisioneros de guerra, o bien serán los primeros en guiar a los ocupantes a las instalaciones y a los depósitos donde yacen las armas de la leyenda negra. Las mañas y maniobras de Saddam -laboratorios móviles, subterráneos, o simplemente falsos- dejarán de surtir...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR