Jaime Sánchez Susarrey / Va de nuevo

AutorJaime Sánchez Susarrey

La elección presidencial ya nos alcanzó. En octubre arrancará formalmente el proceso. El PRD contempla elegir a su candidato en noviembre. Su propósito es aventajar a los panistas, que han fijado febrero para realizar su selección y pasarán varios meses concentrados en precampañas. Pero también buscan posicionarse ante los priistas, en caso de que postulen a su abanderado este mismo año.

La competencia entre López Obrador y Marcelo Ebrard está entrando en la recta final. En teoría cualquiera puede ser candidato; la cuestión está en el método.

Si la elección es abierta a toda la población, mediante una encuesta, el Jefe de Gobierno lleva una pequeña ventaja sobre López Obrador. Y en consonancia con ello, Ebrard registra menos rechazo -en población abierta- que AMLO. De ahí el argumento reiterado de los ebrardistas: Marcelo sería un candidato más competitivo que Andrés Manuel y tendría más probabilidades de ganar.

Pero si la elección -o la consulta- se circunscribe a los militantes y simpatizantes del PRD, la ventaja del rayito de esperanza es arrolladora. Además, López tiene bajo su férula al Partido del Trabajo y Convergencia, que se aprestan a forjar una coalición.

Dicho de otro modo, AMLO tiene todas las cartas en la mano para ser postulado. Más aún, se sabe imparable porque ni Marcelo Ebrard ni la corriente de Jesús Ortega jugarían por su cuenta en 2012. Todos ellos tienen miedo, o mejor dicho pánico, de que la izquierda vaya dividida a la contienda.

La pregunta entonces cae por su propio peso: si López Obrador tiene la postulación asegurada, ¿por qué habría de arriesgarla aceptando el método de una consulta abierta a toda la población? La respuesta es muy sencilla: por ningún motivo.

Y no hay por qué sorprenderse. La mayoría de los políticos actuaría de igual manera. Baste recordar que Roberto Madrazo jamás escuchó ni atendió la advertencia de que sería un candidato malo y no competitivo.

La tozudez de López tiene, además, ingredientes morales e históricos que la hacen impermeable a cualquier argumento. Según su evangelio, el 2 de julio de 2006 se cometió un gran fraude electoral. La voluntad soberana del pueblo fue violentada en la persona de Andrés Manuel y por eso él, y solamente él, puede reclamar justicia y reparar el daño.

Desde su perspectiva, no hay forma de entregar la estafeta ni de evadir su responsabilidad moral e histórica. Recular ahora equivaldría a traicionarse a sí mismo y darle la espalda al pueblo bueno que lo siguió...

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