Isabel Turrent / El futuro de Al-Qaeda

AutorIsabel Turrent

La muerte de Osama bin Laden ha dado ya respuesta a muchas interrogantes -entre ellas, ha develado la duplicidad de la política "antiterrorista" de Paquistán, el país donde había encontrado refugio- y permitirá predecir, a corto plazo, dos cuestiones fundamentales: la nueva estrategia que Estados Unidos deberá aplicar en la región, y la verdadera naturaleza de Al-Qaeda y su posible destino.

Desde que Bin Laden pasó de ser un oscuro guerrillero obsesionado por una religiosidad fanática y anacrónica a líder de una marca de terrorismo fundamentalista y globalizada capaz de golpear el corazón de Estados Unidos y de Europa, políticos y analistas trataron de dilucidar la estructura y el funcionamiento de Al-Qaeda, la organización terrorista creada por Bin Laden, para combatirla con más eficacia.

Hubo desacuerdos desde el inicio: había quienes aseguraban que Al-Qaeda era un grupo disperso, conformado por células que estaban en contacto por internet y actuaban con una gran autonomía, pero dependían de la guía, no sólo de Bin Laden, sino también de sus líderes locales. Quienes sostenían esta tesis proponían una estrategia pragmática, que se convirtió en la política oficial de Washington: obstaculizar el funcionamiento de Al-Qaeda reforzando la seguridad de aeropuertos y fronteras, compartiendo información, consolidando alianzas con aquellos países donde había focos de militancia terrorista islámica -como Paquistán- y eliminando a sus líderes a cualquier costo. Incluyendo acciones militares en otros países como Afganistán o Iraq.

Otros definían a Al-Qaeda en términos más etéreos pero muy ominosos. El movimiento era más una idea que una organización. Una ideología religiosa que había abrevado en la larga tradición de terrorismo en el mundo musulmán y que tenía la capacidad camaleónica de adecuarse a cualquier movimiento dispuesto a hacer uso de la violencia islámica para lograr sus fines. Podía sustentar movimientos de liberación nacional, como el palestino o a los chechenos que luchaban por liberarse del dominio ruso, enfrentamientos sectarios entre chiitas y sunitas; podía legitimar a rebeldes locales con objetivos concretos -como el Talibán que enfrentaba a las tropas estadounidenses en Afganistán-, o a grupos tribales terroristas dispuestos a venderse al mejor postor a cambio de protección, como los militantes paquistaníes que actuaban en Cachemira contra las tropas indias bajo las órdenes del Ejército paquistaní. Estos observadores pronosticaban...

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