Isabel Turrent / El dilema británico

AutorIsabel Turrent

Todas las encuestas que pretendieron dilucidar el resultado de la elección del 6 de mayo en Gran Bretaña arrojaron resultados inciertos. Las primeras anunciaban que ni el Partido Conservador o Tory ni el Laborista obtendrían la mayoría de miembros del Parlamento para formar gobierno.

Las últimas mostraban un panorama aún más confuso: el Partido Liberal-Demócrata (PLD), que apenas figuraba en los cálculos de políticos y observadores cuando se anunció la elección, se convirtió en unas semanas en un contendiente poderoso.

El ascenso de los nuevos Liberales, que no han probado las mieles del poder desde los años 20, fue resultado de su desempeño en los primeros debates televisados en la historia política británica. Encabezados por Nick Clegg, un líder articulado y carismático, el PLD catalizó el descontento del electorado con los políticos de los dos grandes partidos y convirtió la campaña en una carrera de tres carriles.

En un Parlamento sin mayorías -hung Parliament, le llaman los ingleses- Clegg sería la bisagra fundamental para permitir gobernar a los Conservadores de David Cameron o a los Laboristas de Brown. Las encuestas tenían razón: la elección dejó a los británicos un Parlamento "colgado": 306 parlamentarios Conservadores -20 menos de la mayoría necesaria para formar gobierno-, 258 Laboristas, y menos Liberales de los esperados, 57, pero suficientes para dejar en las manos de Clegg el futuro de un nuevo gobierno encabezado por Cameron, o por el primer ministro Laborista Gordon Brown, que parece decidido a intentar cimentar una alianza con otros partidos.

Ya sea que Brown conserve las llaves de 10 Downing Street, o éstas pasen a los Tories, el nuevo gobierno tendrá que emprender la reforma electoral que Nick Clegg ha exigido para conformar una coalición: el sistema actual, que no toma en cuenta el porcentaje de los votos que los partidos reciben, favorece a los grandes y castiga a los pequeños.

Inglaterra se hundirá previsiblemente en días de jaloneo político para consolidar una coalición o estará condenada a meses de un gobierno de minoría y elecciones tempranas.

La incertidumbre política sentó sus reales en Inglaterra en el peor momento posible. Más allá de las extravagancias del sistema electoral y de los ajustes que necesita, el dilema central de Gran Bretaña no es político, sino económico.

La elección desplazó artificialmente la atención pública del desastre económico del país. Días antes de la votación, The Economist publicó una...

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