Un hombre fuera de serie

AutorDaniel de la Fuente

Hay vidas a las que no es posible contener. Un día despiertan seguras de su misión y luchan irrefrenables por alcanzarla.

La de Ramiro Tamez Mancillas es una de ellas. Este hombre nacido en Montemorelos hace 70 años ha erigido un mundo extraordinario que, en lugar de reservarlo para sí mismo, lo ha compartido por décadas.

Los dominios del "Profe Ramirito", como le conocen en este municipio de la Región Citrícola, están conformados por un planetario, un cinematógrafo de luz solar, un reloj de torre que ha despertado el interés de conocedores y un sismógrafo.

Estas obras fueron creadas y construidas por él mismo, sin conocimientos universitarios, sólo a partir del don inventivo que le acompaña desde la niñez y de lecturas: enciclopedias, números de Reader's Digest, libros varios de historia y geografía.

Su origen como creador se remonta a la infancia. De pie ante sus edificaciones, todas de color amarillo pálido y en las que predomina el estilo griego, Ramiro cuenta que tenía 6 años cuando pidió en Navidad un proyector cinematográfico.

Lo hizo inspirado en las películas que veía con su abuela y su madre en los cines del pueblo de la naranja, muchas de ellas en inglés, las cuales entendía porque mientras pasaban las escenas la madre le traducía en voz baja.

"Descubrir el cine fue uno de los momentos más felices", afirma este hombre, para quien la hacienda familiar, Guadalupe, de las más grandes y productivas de la zona hace muchos años, fue literalmente un universo.

Alto, de pelo cano, gafas que aumentan su mirada severa y sombrero de palma, Ramiro huele a flor de azahar. Vestido con ropa sencilla y relavada, el inventor no pierde lo atento y cortés.

Apenas empieza a hablar de su vida cuando de entre las trojes de la vieja hacienda ve llegar a un grupo de niños pastoreados por sus maestras. Son de uno de los planteles que suelen visitarlo para disfrutar de alguna película y para que les explique su reloj de torre y su planetario.

De hecho, en la parte alta de este edifico de cuatro columnas de estilo jónico que sostienen un frontón sencillo, el inventor organiza observaciones a través de un telescopio.

"¿Me permite un momento...?", pregunta cortés y eleva el dedo índice. "Vienen a visitarme".

Los niños le gritan "¡Profe Ramirito!" y él los saluda de mano a cada uno. Vuelve.

"Me voy a tardar, les voy a poner películas, una de helicópteros, y a hacer un recorrido. ¿Me espera?".

Y allá va, entusiasta, a emprender el recorrido y la charla que ha...

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