Gabriel Zaid / Manos inteligentes

AutorGabriel Zaid

La inteligencia de las manos favorece el desarrollo social y personal. En el tacto y la destreza, los ojos, los oídos, el cerebro y los dedos se coordinan. Producen resultados, y más que eso: autoconciencia. Las manos inteligentes hacen que el ser humano se vuelva más.

El homo sapiens llegó a serlo a partir del homo habilis. Pero la educación formal lo olvida. Se puede sacar un título universitario sin tener habilidades manuales. Y los graduados que las tienen las adquirieron fuera del mundo escolar: en la casa, los juegos, las aficiones, el trabajo.

La vida social se enriquece con los oficios ignorados por el sistema educativo: afiladores, albañiles, bordadoras, carpinteros, cerrajeros, cortineros, cocineras, costureras, electricistas, encuadernadores, enfermeras, estilistas, floristas, fumigadores, grabadores de placas y trofeos, herreros, hojalateros, impresores, jardineros, mecánicos, mecanógrafas, modistas, optometristas, paragüeros, pintores, relojeros, reparadores de aparatos domésticos, rotulistas, sastres, soldadores, tapiceros, tejedoras, vulcanizadores, zapateros y cien oficios más que exigen manos inteligentes.

Hay escuelas de artes y oficios con talleres que permiten aprender con las manos, no sólo con el oído. Pero son vistas como para familias de menores ambiciones. Quizá porque dan cursos no acreditables para un título universitario. Quizá porque son prácticos, no conceptuales.

A principios del siglo XX, un carpintero muy inteligente, Félix F. Palavicini, enseñaba su oficio; conoció a Justo Sierra (cuyo positivismo veía con malos ojos la enseñanza puramente verbal) y lo convenció de que lo enviara a observar la enseñanza de oficios en otros países. A su regreso, le presentó un informe, luego publicado como Las escuelas técnicas de Francia, Bélgica, Suiza, Italia y Japón. Y Sierra le encargó el desarrollo de escuelas técnicas en México.

Había antecedentes. En la Nueva España, el aprendizaje de artesanías impulsado por Vasco de Quiroga fue todo un éxito. En el México independiente, el Presidente Ignacio Comonfort fundó la Escuela Nacional de Artes y Oficios.

En el México revolucionario, José Vasconcelos superó a sus precursores en el Ministerio de Educación: integró el desarrollo de las manos a la educación formal (no en escuelas aparte). Abrió secundarias con talleres y huertos escolares donde los niños aprendían con trabajos manuales, no sólo con...

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