Gabriel Guerra Castellanos / Terrorismo: ¿De qué tamaño es el odio?

AutorGabriel Guerra Castellanos

Las imágenes son de pesadilla: la toma de rehenes en la escuela número uno de Beslan, en Osetia del Norte, sacudió al mundo. Primero, porque nadie imaginaba un ataque directo contra una instalación como ésta, y después por el increíble, inconcebible desenlace, que ha dejado a centenares muertos, la mayoría niños y niñas.

Las voces de condena han sido prácticamente unánimes, lo mismo de la comunidad internacional que de líderes religiosos y de medios de comunicación en el mundo musulmán.

No es para menos. Con todo y la macabra rutina a la que estamos acostumbrados de escuchar noticias sobre atentados terroristas, uno tan maligno como éste tiene que resaltar: el simple hecho de atacar a una escuela habla de la intención de dañar predominantemente a los niños, y del desdén de los atacantes por sus víctimas.

Si todo acto terrorista es aborrecible, también lo debiera ser todo tipo de terrorismo. Y sin embargo, las cosas no son tan sencillas. No podemos comparar, por más que nos horrorice por igual, un atentado dirigido contra un blanco militar o de valor estratégico, cometido por una agrupación que lucha por una causa legítima, a un acto dirigido explícitamente contra civiles, en nombre de una causa abstracta o de una organización fantasmal. En este caso, el contraste no podría ser más claro.

Si al lector le parece demasiado abstracto el concepto, tratemos de aterrizarlo. La manera más sencilla, tal vez, es la de recordar algunos grupos que han usado -o han sido acusados de usar- el terrorismo con fines político-militares:

La ETA, que busca la independencia del país vasco, fue alguna vez considerada como un movimiento que tenía -al menos- la justificación de la represión franquista hacia los autonomistas para explicar su opción por la vía armada, a diferencia de la Fracción del Ejercito Rojo en Alemania, que decidió avanzar la causa de la lucha de clases a través de asesinatos y secuestros meticulosamente planeados y ejecutados.

Bien distintos ambos casos a los de los nacionalistas argelinos, que lucharon a lo largo de años para expulsar a los colonizadores franceses y obtener la independencia de su país, o a los franceses radicales de la OAS (Organización del Ejercito Secreto) que buscaban perpetuar su dominio sobre ese pueblo.

Recordemos también a los independentistas sionistas que, agrupados en la Haganah, llevaron a cabo una campaña violenta dirigida principalmente contra los ingleses para acelerar su salida y consumar la creación del Estado...

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