Felipe Díaz Garza / Ataque contra Juan Pueblo

AutorFelipe Díaz Garza

No hay diferencias entre el homicidio de un jornalero anónimo y el de un funcionario público de la cumbre. Los autores de ambos crímenes deben ser perseguidos y castigados utilizando los mismos códigos. No hay magnicidio, sólo homicidio. Ninguna acción criminal es peor que matar a un hombre sin cara y sin nombre, sea obrero, precarista, Obispo o candidato a Gobernador o Presidente.

Pero en términos de significado y de impacto en el diagnóstico social, hay diferencias importantes en la amenaza o el ataque contra Juan Pueblo y la amenaza o el ataque contra el Gobernador del Estado.

En todos los países civilizados, en los que la persecución del delito y el castigo de los delincuentes se maneja pretendidamente en forma muy profesional y efectiva, como Estados Unidos, los criminales eluden dirigir sus actos contra policías, funcionarios públicos y el resto de la clase dirigente.

Ello porque los bandidos saben que ese grupo social, particularmente la Policía y el Gobierno, tiene una alta capacidad de respuesta, que se intensificará, por elemental instinto de conservación, al ser atacados directamente. En Estados Unidos, los cuerpos policiacos reaccionan ferozmente cuando cae uno de los suyos y no se detienen hasta liquidar al infractor.

En países menos civilizados, cuando los delincuentes emprenden campañas para asesinar policías, como lo han hecho en todo México, incluido Nuevo León, eso quiere decir que la capacidad de respuesta de la Policía no les preocupa, pues es inferior a la de ellos o la tienen comprada con miedo o con dinero.

Pero cuando los delincuentes pasan de amenazar o matar policías a amenazar o matar a candidatos a altos puestos, a funcionarios del tope piramidal del poder, a jefes policiacos estratégicos, eso tiene una sola lectura y es que están dispuestos a todo y que se consideran tan fuertes como para dar la batalla final y ganarla.

Insisto en que todos los crímenes son iguales, el homicidio del jornalero y el del Jefe de Estado, sin que la condición de sus víctimas importe. Pero cuando el atentado o la amenaza van contra el Jefe de Estado, el atentado y la amenaza se permean fatalmente contra Juan Pueblo, pues es él, representado por el funcionario público amenazado o atentado, el que cae víctima de las acciones de los delincuentes y no a la inversa.

Hace rato que en Nuevo León se practica la...

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