Everardo Elizondo/ '¿Males propios y culpas ajenas?'

AutorEverardo Elizondo

Por ejemplo, uno de los clips marca el inicio de un artículo de Mario Vargas Llosa, publicado en Vuelta en septiembre de 1982 y titulado "El elefante y la cultura". Entre otras cosas notables, Vargas Llosa escribió lo siguiente: "Atribuir la causa de nuestros infortunios o defectos a los demás -al otro- es un recurso que ha permitido a innumerables sociedades e individuos, si no a librarse de sus males, por lo menos a soportarlos y a vivir con la conciencia tranquila".

Oyendo y leyendo muchas de las reacciones (de legos y de enterados) a lo ocurrido en Monterrey con motivo de la (exitosa) Conferencia Internacional sobre Financiación para el Desarrollo, es obvio que la afirmación citada resulta lamentablemente válida hoy en día. Como señaló con elegancia hace poco Federico Reyes-Heroles en las páginas de este diario, a muchos actores mexicanos les encanta representar el papel de víctima. Desde luego, ya sabemos que no tenemos en México la exclusiva de tal inclinación.

Jeremiadas aparte, lo cierto es que el subdesarrollo económico es, en lo principal, el resultado de malas políticas internas -incluyendo en ellas, por supuesto, aquellas que han creado y perpetuado instituciones ineficientes. Sobran las muestras. Las dos que siguen son recientes e ilustrativas.

La debacle argentina: "cuesta abajo en mi rodada"

Con poco trabajo y con mucha verborrea es relativamente sencillo culpar al FMI, al BM, al BID, a los bancos privados (extranjeros), etc., del desastre que sufre al presente la economía de Argentina. Sin embargo, un análisis elemental basta para aclarar que en el origen de los males recientes estuvo la incompatibilidad entre la extrema rigidez de la política cambiaria (la paridad fija) y la extrema lasitud de la política fiscal (el déficit creciente). El juego se prolongó mientras duraron las fichas (las divisas extranjeras).

Frente a la crisis, los "remedios" adoptados resultaron peor que la enfermedad: violación de los derechos de propiedad, controles oficiales arbitrarios, impuestos injustificados, repudio de contratos, etc. Plagados por la turbiedad, la incertidumbre y el miedo, los mercados de bienes y servicios colapsaron. El desplome del valor externo del peso ha sido apenas un reflejo del desorden interno.

Por desgracia, el trágico episodio actual es un eslabón más de una larga cadena de penurias, que empezó quizá con los desaciertos del populismo peronista. Imputar lo sucedido durante décadas a las constantes perversidades ajenas...

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