Enrique Krauze / Palafox: obra y mortificación

AutorEnrique Krauze

No todo lo que ocurre tiene que ver con la violencia. La prueba está en un acto reciente que apenas recibió atención. La merecía. Me refiero a las jornadas cívico-culturales que organizó el Gobierno del DF en honor a don Juan de Palafox y Mendoza, Obispo, Arzobispo y Virrey en Nueva España, sin duda una de las figuras más trascendentes del más olvidado de nuestros siglos, el 17.

Nacido en 1600, Palafox fue hijo bastardo de un noble y una mujer que decidió purgar su culpa mediante una absoluta reclusión conventual. Su madre -según recuerda en su "Vida Interior"- quiso matarlo "antes, durante y después" de su nacimiento. "Salvado" por Dios y reconocido por su padre, estudió en las universidades de Alcalá de Henares y Salamanca. Una crónica lo describe "hermosísimo de rostro y perfectísimo de cuerpo, y en lo intelectual de gran sazón, donaire y agudeza". Al concluir la Universidad, según sus "Confesiones", se dio a todo género de "entretenimientos y desenfrenamiento de pasiones... de suerte que llegó un año a no cumplir con la Iglesia... a perseverar y proseguir en una tan perdida y desbaratada vida". A temprana edad y por voluntad de Felipe IV, fue fiscal del Consejo de Indias.

Se dice que al contemplar la muerte de un ser querido, el caballero galante sufrió una conversión y entró al sacerdocio. Según sus biógrafos, acostumbraba levantarse a las tres de la mañana para llorar a voz en cuello sus culpas, pedir misericordia y cantar himnos y alabanzas al Señor. "Dormía en tabla con un hábito de San Francisco... rogando al santo le alcanzase el perdón; ayunaba frecuentemente... se daba todos los días muy ásperas disciplinas... traía cilicios de latón, de cuerdas, de cadenillas... todo en el consejo de su confesor...".

En 1640, recibió del Rey el nombramiento de Obispo de Puebla de los Ángeles. Quiso tanto a aquella seráfica capital de su diócesis, que la llamó "mi amada Raquel". Allí restauró la exacta observancia del culto, uniformó y acrecentó las ceremonias, publicó ordenanzas y obras sagradas. Construyó o reparó no menos de 50 iglesias y erigió 140 retablos. Estableció el Seminario Tridentino dotándolo de una cátedra en idioma indígena y la biblioteca de 6 mil volúmenes sobre temas fundamentalmente sacros (la maravillosa Palafoxiana, que conocemos). Fundó los Colegios de San Pedro y San Pablo y reorganizó el de San Juan, integrándolos como una universidad. Reconstruyó asimismo el Palacio Episcopal, fundó un colegio para niñas huérfanas...

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