Enrique Krauze / ¿Fin de Occidente?

AutorEnrique Krauze

Al menos tres generaciones en Occidente (las nacidas después de la Segunda Guerra Mundial) creyeron que el fin de la Guerra Fría derivaría en el triunfo pleno y definitivo de la libertad y la democracia. Algunos no fuimos tan lejos como para concordar con Francis Fukuyama cuando proclamó "El fin de la historia", pero pensamos que la humanidad, en efecto, había dado un paso irreversible. Famous last words.

Las expectativas se derrumbaron con la caída de las Torres Gemelas el 11 de septiembre del 2001. A la violentísima e imprevista irrupción de los viejos fanatismos religiosos siguió una ola bélica que desestabilizó todo el Medio Oriente, diseño artificial, pero eficaz que databa de la Primera Guerra Mundial.

Y desde entonces las sorpresas no han cesado. Otras corrientes de pensamiento y acción golpean el edificio institucional de Occidente: son los fanatismos de la identidad nacional o étnica que creíamos superados.

La explicación habitual que se ha dado a este vasto reacomodo es la de una reacción contra la globalización, una nueva rebelión de las masas lastimadas o desposeídas por la liberalización general de los bienes y servicios en todo el planeta.

A ese factor -sin duda real- se aúna el rechazo que muchos sienten hacia la presencia de los migrantes llegados a los países más avanzados de Europa y América para protegerse de los cataclismos de la guerra o buscando construir un futuro, así fuese mínimo, para sus familias.

Si esas tensiones fuesen sólo religiosas, étnicas o nacionales sería de suyo grave pero -como todos sabemos- el cuadro se ha complicado inmensamente a raíz de la crisis económica que estalló en el 2008, crisis que muchos atribuyen a la libertad, que consideran excesiva, de los mercados financieros.

El nuevo flujo de la información, además, ha hecho consciente al público de un fenómeno tan antiguo como la historia, pero que ahora, con plena razón, nadie está dispuesto a tolerar: la corrupción de los gobernantes.

Me he referido a la información y quizá se trata del epicentro del cambio. En estos años hizo su aparición un protagonista ubicuo: la conversación universal por la red.

La Revolución informática propició (y sigue propiciando, en este mismo instante) nuevos desarrollos y una creatividad sin límites, pero el vértigo que produce tiene un efecto paradójico: alienta una democracia directa sin las ventajas que el sistema tenía en la antigüedad (deliberación continua) y con su desventaja mayor: la reacción...

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