Enrique Krauze / Ánimo, Carlos

AutorEnrique Krauze

"El afecto está más allá de las diferencias", me has dicho siempre, Carlos, y al enterarme que estás en el hospital entiendo mejor tus palabras. Por mi parte, el afecto, unido al reconocimiento intelectual, proviene de los años sesenta, años de festiva e irreverente "contracultura", cuando mis amigos de ingeniería y yo sintonizábamos Radio UNAM para morirnos de la risa con el programa "El cine y la crítica". No dejabas títere con cabeza. Después del 68, te visité en tu casa de San Simón 42 en la Portales. Recuerdo la gentileza de tu mamá, tu selvática biblioteca, tus libros escolarmente forrados con vinil transparente, y alguno de tus gatos.

En 1971 me invitaste a "La cultura en México" de Siempre! Nos tocó vivir el 10 de junio y a partir de allí emprendimos lo que, a nuestros ojos, era una crítica revolucionaria de la cultura "liberal" representada por Plural, la nueva revista de Octavio Paz. Yo terminé por coincidir con Plural y dejar Siempre! Y hasta escribí un artículo bastante pesado contra todos ustedes, que tuviste el valor de publicar. Nunca, ni en los momentos más ásperos de la polémica entre Vuelta y los escritores que entonces se congregaban alrededor tuyo, dejamos de saludarnos con afecto.

Siguieron, recuerdas, los tiempos de nuestro desayuno en la YMCA de División del Norte. Aunque siempre confirmaba contigo el día anterior (contestabas el teléfono fingiendo que eras tu bisabuelita) no recuerdo un solo día en que hayas llegado puntual. A quien nos preguntaba le explicábamos: "aquí es donde Monsiváis ejerce la más secreta de sus pasiones, la natación. Su estilo predilecto es el crawl australiano". Nos veíamos para hablar de la vida cultural, los amigos y ex amigos, la historia, la literatura y la política. Los comensales del lugar se te acercaban con devoción: "A usted sí lo admiramos, maestro".

Los amigos tienen lenguajes cifrados y el nuestro -curiosamente- ha sido el Viejo Testamento. ¿Puede haber humor en los personajes de la Biblia? Se diría que no, pero tú lograbas el milagro. Otro repertorio común ha sido la cultura popular: el cine mexicano, los actores, los lejanos tiempos de la cultura radiofónica y, por supuesto, la música popular. Un día te reté a un duelo de letras de boleros: "¿Te sabes tal canción del 'Jibarito' Hernández?". Tu respuesta, como un rayo, me fulminó: "¿Cuál versión?". Y comenzaste a tararearla. Sabías hasta el extraño nombre del requinto de "Los tres diamantes".

Se dice fácil pero así pasó una...

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