Luis Eduardo Villarreal Ríos / El oficio de gobernar

AutorLuis Eduardo Villarreal Ríos

Se ha dicho que los pueblos tienen los gobiernos que se merecen, y en parte es cierto; pero, en una democracia, dicha aseveración parece más bien mecánica, simplista, reduccionista.

Pensemos por ejemplo en el 2000. El pueblo eligió a Vicente Fox como su representante, optó por sus promesas y su figura mediática, porque iba a sacar al PRI de Los Pinos y a resolver Chiapas en un cuarto de hora.

El esquema del líder mesiánico estaba a tal grado internalizado por la ciudadanía, que la alternancia se magnificó creyéndola algo más que el cambio de partido; es decir, Fox traía la solución a todos los problemas.

Ahora que la expectativa se evaporó, uno se pregunta: ¿qué gobierno ha cumplido sus promesas? No creo que la familia de un migrante ni la madre soltera que es cabeza de su hogar merezcan el gobierno que tenemos.

A un asalariado que apenas puede mantener la familia, nadie le podrá pedir que, por encima de todo, controle al gobierno. Hace falta mucho andar para que la ciudadanía perciba de otro modo su relación con el poder.

Lo que difícilmente se quiere admitir es que los gobernantes son nuestros empleados. Nosotros pagamos el sueldo al presidente, los onerosos bonos a diputados, pagamos a todo funcionario para que haga bien su trabajo.

Pasar de súbdito a ciudadano es toda una transición. Implica, sobre todo, revertir la tendencia a dejar en manos de los demás las cosas que tienen que ser controladas por la ciudadanía.

La cultura de rendición de cuentas, aunque no exige el que la sociedad se haga eternamente responsable de sus servidores, significa una creciente injerencia de los ciudadanos en la gestión pública.

Freud decía que en cualquier ciudad, si se deja un sector sin vigilancia, éste se llena de ladrones. Si lo aplicamos a la gestión pública, un gobierno puede ser bueno, pero si se le controla, es mejor.

Una vez considerado lo anterior, imaginemos la gestión del gobierno de Nuevo León sujeta a debate público. ¿Qué prefiere el ciudadano: un Fórum internacional o un drenaje pluvial eficiente?

¿Qué apremia más: la vialidad expedita o el transporte seguro y accesible a los bolsillos del pueblo trabajador? Porque, sin el referente ciudadano, se podrá ejercer el presupuesto, pero no gobernar los acontecimientos.

Sería bueno que Gobernador y Alcaldes poblaran sus decisiones de voluntad ciudadana, que descartaran de sus agendas las poses glamorosas y triunfalistas, así como los macroeventos de grandes derramas económicas.

Sus gobiernos serán...

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