Eduardo Caccia / Tres minutos en agosto

AutorEduardo Caccia

Corría el año de 1957 en la capital mexicana, al calor de una tertulia, dos familias emparentadas conversan de cualquier tema. Los visitantes elogian la casa y los anfitriones responden que la venden y además a buen precio. Fue literalmente una venta nocturna.

Los nuevos inquilinos nunca imaginaron que su vida cambiaría por culpa de un vecino bravucón apodado "El Dandy" que, en su afán frustrado de conquistar a una de las jóvenes hijas, respondió con violencia. Fueron frecuentes las pedradas que por la noche rompían los vidrios de las recámaras, los acosos en la calle, las amenazas de quemar la casa.

El padre de esa familia, un artista del pincel y el óleo, decidió enfrentar al enemigo con una acción inaudita: lo invitó a cenar a su casa. Teniéndolo en su territorio, lo atacó sin piedad con su arma letal: el buen trato y la palabra. Fingiendo no saber quién era el causante de aquellas fechorías, le pidió consejo y ayuda al visitante. Cesaron para siempre las agresiones.

De no haber salido bien ese arriesgado episodio, tal vez yo no hubiera nacido. Aquella jovencita era mi madre. Mi abuelo materno tenía el don de la palabra y "El Dandy" resultó ser un tipo razonable. Eran tiempos en los que hasta los malosos tenían cierto honor.

Con esto de ninguna manera avalo la decisión presidencial de haber invitado a un individuo que se ha posicionado como enemigo de los intereses de México y los mexicanos. Trump no es "El Dandy" y Peña Nieto no tiene la elocuencia de mi abuelo.

Acabo de ver la estupenda puesta en escena de "3 Días en Mayo" (inspirada en las revelaciones del diario de Sir John Rupert "Jock" Colville, en su juventud secretario de Churchill), dirigida por Lorena Maza.

El recién nombrado Primer Ministro enfrenta un duro dilema entre firmar la paz y someterse a Hitler o enfrentarlo. Era 1940. Sabemos lo que decidió y sabemos que su decisión cambió la historia del mundo. Lo que no conocíamos es la visión íntima de los debates del comité de guerra y la pasión y determinación con la que el carismático líder supo estar a la altura de las circunstancias, supo defender a su pueblo y llevarlo a la victoria.

Guardadas las proporciones, no estamos en guerra con ningún país y Trump no es Hitler (aunque el Presidente ha hecho alusiones a la "retórica estridente" de líderes fascistas y a las del candidato...

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