Un drama de cuatro siglos

AutorAlejandro Fernández

Hace exactamente cuatro siglos, octubre del 1600, en el Palacio Pitti de Florencia se representó Eurídice, de Jacopo Peri, universalmente reconocida como el acta de nacimiento de la ópera. Según las crónicas, el espectáculo de la Camerata, un grupo de hombres de letras, poetas y músicos florentinos, produjo en el público un "infinito estupor".

Aquellos patricios del arte querían restituir a la música el papel que ellos suponían había tenido en el teatro trágico de la Grecia clásica y de la antigüedad romana.

Aunque la primera ópera reconocible fue Dafne, con música de Jacopo Peri y texto de Ottavio Rinuccini, la Eurídice es la primera ópera de la cual se conserva partitura completa. Desde su inicio, la ópera estuvo asociada a la vida de la corte y a las más importantes celebraciones sociales de los nobles.

Monteverdi, el primer genio operístico.

Quizá la ópera no habría prosperado sin la aparición de Claudio Monteverdi (1567-1643), considerado como el primer gran compositor del nuevo género.

El genio de Monteverdi dio a la ópera las primeras obras maestras: Arianna, Orfeo, El regreso de Ulises a la patria y La coronación de Poppea.

Estas producciones mostraron que se podían componer óperas trascendentes musical y dramáticamente, y no sólo piezas espectaculares con música fácil. Los personajes de las óperas de Monteverdi son tan creíbles como las situaciones en las que evolucionan.

Introdujo elementos comunes del método operístico: una orquesta relativamente numerosa, instrumentación variada, armado de escenas, cuyos momentos culminantes son subrayados por la música, repetición de frases para enfatizar o indicar ironía, y desarrollo de la orquesta como colaboradora que comenta la acción.

Y llegaron los divos...

Por razones difíciles de explicar, musical y psicológicamente las voces agudas han tenido siempre sobre el público un impacto más notorio que las voces graves. Desde los tiempos de Peri las partes más importantes eran adjudicadas a las sopranos y a los tenores.

Entre 1650 y 1750 la voz que dominó la ópera italiana fue la del castrato, un tipo de soprano masculino hoy desaparecido.

Los castrati, que eran operados en la infancia para conservar la voz aguda, cantaban con tanta perfección y tenían tanto carisma que se convirtieron en las primeras grandes estrellas de la ópera.

Sus voces eran potentes y apasionadas, puras y agudas como las de una mujer, pero con la capacidad muscular y pulmonar de un hombre. La voz del castrato poseía una técnica prodigiosa y una resistencia que pocas voces...

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