Desafío Extremo / El sorprendente Cañón del Mandarín

AutorJuan Guillermo Ordóñez

En el 2006 me encontraba caminando por la Sierra los Nogales, sierra de mediana altura ubicada entre la cabecera municipal de Allende, Nuevo León, y la imponente Sierra de la Cebolla.

Me acompañaba mi buen amigo Cresencio, un lugareño de la comunidad de Raíces, en la frontera de Allende y Montemorelos, y el objetivo era buscar algunas cañadas aledañas a la famosa Piedra Parada, en la comunidad de la Trinidad, enclavada en una de las dolinas (depresiones) más hermosas de la Sierra de la Cebolla, ya en el municipio de Montemorelos.

En aquel entonces, aún estaba en construcción el camino que uniría a la Trinidad con Raíces y la Carretera Nacional.

Caminábamos por el atajo, cuando detonaciones de dinamita nos alertaron de que debíamos avisar de nuestra presencia a los trabajadores, ya que las explosiones pueden mandar rocas grandes a una buena cantidad de metros a la redonda.

Afortunadamente no batallamos para acceder al incipiente camino y ser testigos de otra serie de detonaciones; al concluir éstas caminamos un centenar de metros para ser testigos de las nuevas vistas.

El panorama era completamente nuevo para ambos, podíamos observar desde las alturas el cañón del río la Cebolla y del Ramos, además de una nueva cañada muy sinuosa por la que fluía el río (seco) de la Piedra Parada.

Esta cañada no era nueva para mí, pero la veía poco atractiva, ya que río arriba, justo a un costado de la Piedra Parada, al cruzar el río por el camino de los camiones madereros, éste se encontraba completamente seco.

Al caminar hacia las orillas de un desfiladero limpio de arbustos por la reciente explosión, tuvimos una gran sorpresa: poco más de 100 metros abajo se podía observar una gran cascada que serpenteaba en zigzag hacia una verde y cristalina fosa, desgraciadamente se había afectado un poco con las rocas que se habían deslizado hasta el fondo de la cañada.

Calculé la altura de la caída entre 20 y 40 metros; al avanzar la mirada río abajo se observaban más caídas y fosas de buen tamaño, aunque medio cubiertas por la maleza de la ladera de la montaña.

Esto era una gran sorpresa, había estado muy cerca de ahí en varias ocasiones y nunca sospeché que pudiera existir ese paraíso casi en mi nariz.

Incluso hoy la gran cantidad de cuatrimotos, motos y 4x4 que pasan por el camino nuevo no ven estas cascadas, ya que sólo pueden ser observadas en un tramo de unos 500 metros y bajándose de los vehículos.

Pensé en regresar a ese cañón una vez que el camino fuese...

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