El día que un regio tocó el Olimpo

AutorCésar Cepeda

Miró hacia atrás por encima de su hombro y observó que el marchista alemán estaba retrasado y resignado a la medalla de plata. Levantó los brazos mientras contemplaba la tribuna del Estadio Olímpico de Montreal que lo aclamaba. Gotas de sudor bajaban por su rostro moreno. Cruzó la meta, a donde llegó arrodillándose, no como síntoma del cansancio por el recorrido de 20 kilómetros, sino para persignarse y agradecer a Dios y a la Virgen de Guadalupe la victoria. En esos instantes el atleta pensó en su "jefecita Tomasa", quien a miles de kilómetros de él, en la Colonia Valles de San Roque, veía a su hijo en la pantalla de televisión.

Ese día el calor y la humedad de Montreal representaron una adversidad para la mayoría de los competidores. No para el mexicano Daniel Bautista Rocha, el agente de tránsito de 24 años, originario de Estación El Salado, San Luis Potosí, pero radicado desde niño en Monterrey, quien junto con el equipo mexicano de caminata había realizado intensos entrenamientos en La Paz, Bolivia, a 3 mil kilómetros sobre el nivel del mar.

El mexicano estaba seguro de su capacidad y centró sus ataques contra la aplanadora alemana de marcha -el 1, 2 y 4 en la Olimpiada de Munich de 1972- en su control psicológico durante la contienda.

"A los alemanes", le había dicho su entrenador polaco Jerzy Hausleber, "hay que tumbarlos y matarlos, porque si se levantan, te ganan".

A partir del kilómetro 12, cada vez que el pelotón fuga -integrado por Bautista y los tres alemanes- pasaba por la zona de abastecimiento de agua, los germánicos tomaban esponjas de agua y se refrescaban. Le ofrecían esponjas al mexicano, quien agradecía el gesto teutón, pero no las aceptaba.

A propósito, en sus entrenamientos él siempre se abstenía de tomar agua en los primeros 25 kilómetros tratando de acostumbrar su cuerpo a situaciones adversas.

La estrategia comenzó a dar resultados en la prueba. En el kilómetro 15 se rezagó Karl-Heinz Stadmüller, un kilómetro después lo imitó su compatriota, el campeón defensor, Peter Frenkel, y faltando 2 kilómetros para la meta, Hanns Reimann se quedó mirando el número 13 que portaba Bautista en la espalda.

Había conectado un nocaut perfecto aquel 23 de julio de 1976, parando el reloj en 1 hora 24 minutos, implantando la marca olímpica y logrando la primera medalla de oro en la historia de los Juegos Olímpicos para el atletismo mexicano.

A su llegada a Monterrey, en 1954, proveniente de San Luis Potosí, la familia Bautista Rocha...

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