Coordenadas/ Crecimiento sin precedente

AutorEnrique Quintana

¿Hay riesgos por el ritmo al que crece la economía mexicana? Los datos ofrecidos ayer por la Secretaría de Hacienda vuelven a poner el tema sobre la mesa.

Se confirmó el impresionante rimo al que crece la economía mexicana. La demanda agregada tuvo un aumento en el primer trimestre del año de 11.9 por ciento, la cifra más elevada desde que esta cifra se calcula trimestralmente.

El consumo privado creció a una tasa de 9.2 por ciento, la más alta de la historia documental. Y aún el consumo de Gobierno, que se encontraba deprimido en los últimos trimestres, creció al 5.0 por ciento, la tasa más alta desde el primer trimestre de 1997.

Con estos datos va a ser inevitable que la discusión acerca de si la economía mexicana se encuentra o no "sobrecalentada", van a repetirse.

Un alto funcionario de la Secretaría de Hacienda me comentaba hace algunos días: "¿por qué insistes en verle a todas las cifras un inconveniente? Parece que hasta en las mejores noticias siempre aparece el negrito del arroz".

Por otro lado, déjeme decirle que también en las malas noticias hay una lucecita que siempre aparece si uno la busca con detenimiento.

Ni modo. Quienes insistimos en ver la realidad de colores y no de color de rosa o en sólo en tonos oscuros, buscaremos un contrapunto con las apariencias.

Creo que nadie podría oponerse a que la economía creciera tan rápido como fuera posible. Eso significa empleo y mejor salario. De hecho, si vemos -por ejemplo- que en los primeros cinco meses del año la venta de automóviles nuevos sigue con una tasa de crecimiento superior al 40 por ciento y rebasa las 320 mil unidades, no podemos explicar el hecho sin tomar en cuenta el extraordinario crecimiento de la masa salarial real.

No. El problema no está en la velocidad del crecimiento.

Las objeciones más bien están asociadas a la capacidad para que el crecimiento sea sostenible.

¿Es éste el caso de las cifras del presente año?

No a las tasas registradas. Los cuellos de botella son diversos y tienen que ver con el riesgo de un mayor déficit en la cuenta corriente y las presiones sobre la inflación que puedan derivar de las deficiencias de nuestra infraestructura.

Si el ambiente político está tranquilo, lo más probable es que haya un ajuste suave de las variables y que tengamos un dólar un poco más caro y una inflación más cerca del 10 que del 8 por ciento al terminar el año. Como quien dice, ningún cambio mayor.

Pero si se diera el caso poco probable pero posible de una crisis...

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