Crece su espíritu con los golpes

AutorAbraham Vázquez

Un día después del Viacrucis, tres regiomontanos que representaron a Cristo en la Vía Dolorosa aún no se reponen.

Algunas huellas, como la fatiga, desaparecerán con el tiempo; otras se quedarán de por vida, como las marcas de los azotes que recibieron por parte de sus verdugos.

Su participación en la Pasión les cobró una factura física, pero les dejó una experiencia espiritual que, como las cicatrices en sus cuerpos, difícilmente borrarán de sus vidas.

Halla nueva misión

Lo primero que hizo Matías Humberto Martínez Delgado en la mañana fue ponerse la camisa de su equipo favorito: los Tigres.

"A ver si ahora ganan", dice el joven, entre risas.

De 23 años, "Junior", como es conocido en el barrio de la Garza Nieto, fue el Cristo en el Viacrucis de la Parroquia Santa María Goretti.

La noche después del Viacrucis dice que la pasó adolorido; el cansancio lo tenía molido. Aunque no coleccionó muchas cicatrices.

"No dormí bien, cada rato me levantaba. Pero ya en la mañana me sentí diferente", dice.

Lo más difícil para él fue cargar la cruz de más de 85 kilos, pero el público le inyectó valor. Una señora se metió en la procesión y le besó la mano como si fuera Jesús.

"Ahí dije: 'No me puedo cansar", recuerda.

Después de que haber recorrido las calles de su barrio con una cruz al hombro, su misión en la vida ha cambiado.

"Lo que me dijo Jesús en estos días es que saliera a buscar a esos chavos que están perdidos por la droga y por la inseguridad", dice.

Col. Garza Nieto

· Matías Humberto Martínez Delgado, Cristo en la Parroquia de Santa María Goretti, despertó con fe renovada.

Dolor le deja fuerza

La mañana de ayer Cristóbal Arturo Leyton Romero despertó dormido boca abajo. No soportaba el dolor de su espalda.

Quien caracterizó a Cristo en el Viacrucis de la Colonia Independencia recibió en sólo dos horas más azotes que todos los que ha sentido en sus 19 años de vida.

Con la mayor parte de su espalda cubierta con ungüentos para aliviar el dolor por los latigazos recibidos y por cargar una cruz de 80 kilos, Leyton Romero dice que la fuerza que lo llevó a través de todo su camino fue espiritual.

"Los verdugos me dejaban caer más (el látigo). Me dolió cuando me quebraron una caña en la cabeza", recuerda.

La parte más cansada de la larga ruta, dice el joven...

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