Cony Delantal / Hay que verlo en perspectiva

AutorCony Delantal

Muchos conocen a Massimo Bellosi, sobre todo la racita de los alrededores del Tec, por ese rico cafecito y espaguetería italiana que montó desde hace más de un lustro en Avenida del Estado (casi llegando a la rotonda de Garza Sada), pero de lo que aún no se enteran todos es que le acaba de aplicar cirugía reconstructiva a su choricito de local y le quedó monísimo.

Dicen que en tierra de ciegos el tuerto es rey, y no cabe duda de que ahora Di Massimo es el guapo de la cuadra. Quedó convertido en un verdadero oasis dentro de ese viejo y espantoso empalme de locales, que ni a plaza llega. Es más bien un entuerto de pulga, bazar y tianguis estudiantil, con asomos de la edad y detonantes de estrés, que generan la falta de estacionamiento y el atoradero que se forma ahí en modo de nunca acabar.

En su arranque de vanidad, el propio Di Massimo se tragó un par de cajones con la remodelada, para darle cabida a una especie de deck o terracita, que es el sueño dorado para los de a pincel, pero una pesadilla para las que llegamos en mamamóvil a tratar de acomodar el armatoste.

Por dentro, su trattoria le quedó bien europeíta y otro tanto europayita. Hasta parece taxista con Tsuru nuevo; ni siquiera le removió los plásticos a las pantallas de las lámparas que colgó en el techo. No se le vayan a gastar con las miradas.

En uno de sus muros se rinde homenaje al cine italiano, con fotografías tamaño póster de los rostros más bellos y emblemáticos que hicieron época en aquel país, mientras que la pared de enfrente exhibe singulares caretas y coloridos antifaces al estilo de las mascaradas cortesanas de los siglos de oro en Europa.

El lugar no es del todo romántico, menos cuando vienes con alguien que es nefando (o sea, peor que nefasto) en el sencillo arte del cortejo.

Sin embargo, la ambientación nutre la imaginación y sólo tienes que hacerte de valor a sorbos para descolgar de la pared alguna máscara que cubra el desperfecto que tienes a un lado y te permita sentir que es Marcello Mastroianni quien se ha fugado de ese póster, para entrelazar contigo una copa de Montepulciano, mientras te susurra italianismos al oído con esa boquita fruncida que se le ve tan sexy en la foto. ¡Papusssho!

Deja tú, sospecho que el sinvergüenza de mi marido también me estaba engañando con Claudia Cardinale y Sofía Loren, porque ponía esa cara de constipado que nomás le brota cuando está pujando por enfocar más allá de mi presencia.

Finalmente, la pasta y la pizza irrumpieron en...

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