Colca: La morada del cóndor

AutorAdalberto Ríos Lanz

Fotos: Adalberto Ríos Lanz

Leo mi libro del escritor Graves y sólo las curvas o baches del camino a Chivay me hacen quitarle la vista de encima. A lo largo de más de mil 500 kilómetros, desde que tomamos el primer autobús en Lima, mi hermano Ernesto y "Yo Claudio" han sido mis compañeros.

Cuando llegamos a la capital de Perú, Julia, hija de Augusto, había sido confinada al exilio por una artimaña de su esposa Livia, una arpía, sedienta de poder que según la opinión de los expertos, era quien realmente gobernaba el Imperio romano.

Cuando hacemos alguna parada, escribo en un pequeño diario o en mi computadora viajera y he aquí algunos fragmentos.

7:00 horas

Hoy, en nuestro sexto día de viaje, Augusto ha muerto, Tiberio lo ha sucedido en el poder, sus tropas están listas para la reconquista de Germania y nosotros nos hemos preparado para llegar al Colca. Se nos ha dicho que el camino es largo y tedioso, es por ello que me alegro de haber traído una novela tan adictiva para pasar mis horas abordo de la camioneta Toyota, que si la luz de alba no me engaña, es de color gris oxford.

Manuel, nuestro guía, y Pedro, el silencioso conductor, tocaron a la puerta de cuatro diferentes hoteles de donde salieron nuestros compañeros de viaje. Cuatro ingleses, dos estadounidenses, dos mexicanos y dos peruanos salimos de Arequipa antes de que el Sol iluminara las níveas cúspides del volcán Misti. La "Ciudad Blanca" de Perú nos regaló una bocanada de aire fresco para despedirnos y de inmediato partir rumbo al Colca, el cañón más profundo de América del Sur.

8:30 horas

Comenzamos el trayecto en una angosta carretera que antes de dos horas perdió el asfalto por la tierra. Hemos comenzado a subir la cordillera y a serpentear por sus laderas. De los 2 mil 325 metros de Arequipa subiremos hasta los 5 mil, y lo preocupante no es la altitud sino las condiciones del camino para alcanzarla.

A lo largo del trayecto Manuel nos da información acerca del destino como si narrara cuentos para niños. Salvo las dos "gringas" y este par de morelenses, el resto del grupo parece no gustar del diálogo. Fue muy poco lo que conversamos con los mudos miembros del grupo, parecía que lo único que teníamos en común eran los oídos tapados.

Hemos alcanzado los 4 mil metros sobre el nivel del mar y en preparación para la última parte del ascenso, Pedro estaciona la camioneta en un parador donde bebemos mate o té de coca para hacernos a la sensación de respirar este aire enrarecido. Algunos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR