Claudia Ruiz Arriola / Sombra del calvillo

AutorClaudia Ruiz Arriola

"Cuando habíamos logrado la victoria y despuntaba un nuevo orden, los viejos hombres regresaron y nos quitaron nuestro triunfo y reconstruyeron el orbe a imagen y semejanza del viejo mundo que conocían". Así se lamentaba en 1916 Lawrence de Arabia cuando, tras luchar con los árabes para liberar el Medio Oriente del yugo otomano, se desayunó con el Tratado Sykes-Picot mediante el cual los árabes, en vez de conseguir su libertad, nomás cambiaron de amos.

Esta misma queja, con idéntica desilusión, se oye entre la ciudadanía 'ora que las cloacas de la política han vuelto a explotar con libros, entrevistas y retractaciones que no dejan lugar a duda de que los mexicanos, a diferencia de los árabes, ni hemos sido liberados ni hemos cambiado de amos.

Hoy, a través de otra de esas guerritas de lodo que preceden a unas elecciones sin ideas, los mexicanos constatamos que el PRI no se fue, se multiplicó. De hecho, la añeja ideología del tricolor y su modus operandi se refugiaron en otros partidos, los infectaron con ese despotismo que hoy puede gritar desde la Oposición "al diablo con las instituciones" y/o "a mí, lo que algunos poquitos dicen me vale madre", sin que los otrora adalides de la democracia se escandalicen de lo cerca que andan sus próceres de aquel PRI acostumbrado a no rendir cuentas a nadie.

Una vez más, la realidad nos advierte que el PRI se fue de Los Pinos, pero no se desmanteló el entramado de corrupción y la cultura totalitaria en que basaba su poder. Antes bien, tanto los "nuevos gobernantes" como la "nueva Oposición" llevan nueve años en una guerra de cárteles para ver quién domina el codiciado aparato burocrático que les permita hacer su puritita y déspota voluntad.

Si algo dejan en claro las supuestas revelaciones de Carlos Ahumada y de Miguel de la Madrid es que el objetivo de la mal llamada transición mexicana nunca fue crear un Estado democrático, sino mantener intacta la red de corrupción que todos y cada uno de los partidos políticos aspira a dominar y explotar en beneficio propio.

Sobre este negro panorama de traiciones, extorsiones y declaraciones de "seres balbuceantes" se extiende la sombra de un calvillo -Salinas de Gortari- acompañado del clamor de los "justos" que claman por exorcizar a la Patria.

Habrá pues que montarle un juicio político, pues nada que no sea su pelona testa va a satisfacer a un pueblo cuya ilusoria lógica mil veces defraudada es creer que basta con...

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