Carolina López / José, Martel y Pablo: Sus huellas

AutorCarolina López

Son varios los temas importantes que podrían haber ocupado el espacio de esta columna. Sin embargo, no dejo de pensar en uno en especial: la prematura muerte de dos jóvenes y el fallecimiento de un hombre mayor que dejaron huella en nuestra comunidad.

He pensado muchas veces en lo difícil de asimilar que algún día moriremos, y peor aún es imaginar que ese día podría llegar así, de pronto, en el momento menos esperado.

Es casi imposible, y más en estos tiempos, detenernos a reflexionar en todo esto. Es más, de la forma en que vivimos y como nos conducimos, hasta podría decirse que el hombre del Siglo 21 se siente inmortal. O peor aún, que el día de su muerte se llevará consigo todo el dinero, propiedades, títulos, automóviles y hasta la belleza física que tanto cuida en esta vida.

Es por eso, quizás, que los sociólogos han dado tanta difusión en los últimos años al tema de la sociedad consumista en la que estamos inmersos.

Dice un escritor: "Nuestra sociedad se caracteriza por el consumismo, es decir, la substitución del ser por el tener". Otro más agrega: "La sociedad consumista es superficial y egoísta, Dios no tiene cabida en ella". Alguno más escribió por ahí: "El consumismo hace que el hombre caiga en su propia trampa: los bienes materiales comienzan por ser poseídos, luego absorben al individuo que creía disponer de ellos y finalmente lo convierten en su esclavo".

Es evidente que este afán por aferrarnos más al "tener" que al "ser" nos hace cada día más fríos e insensibles a nuestra misión en esta vida.

En la medida en que aumenta nuestro egoísmo y ambición desmedida surgen más diferencias entre las personas y entre las naciones, y el mundo se vuelve cada día menos habitable.

Por eso le digo que el ejemplo que dejaron dos jóvenes de 19 años y un hombre de 90, esta semana, podría servirnos para reflexionar en nuestro breve paso por esta vida.

A don José Maiz García lo conocí cuando de niña iba a su casa a jugar con Otilia, una de sus hijas. En sus 90 años de vida jamás se detuvo a perder el tiempo. Don José se dedicó a dar cada día lo mejor que tenía como persona y como profesionista. La trayectoria de este gran regiomontano nos habla de un hombre que no veía a su trabajo simplemente como un medio para ganar dinero, sino como una oportunidad para cumplir con su deber y sentirse orgulloso de lo que hacía.

"Él era un hombre de perfil bajo, predicaba con el ejemplo, no lo andaba pregonando, lo hizo hasta el último momento de su vida"...

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