Calman el hambre a 250 'hijos'

AutorPedro Briones

CIUDAD JUÁREZ.- Con su mochila al hombro, Víctor se formó en el comedor Pan de Vida para poder llevarse algo a la boca.

De haberse ido a su casa cuando salió de la escuela, probablemente no hubiera comido en todo el día porque sus padres están desempleados y batallan para alimentarlo a él y a cinco hermanos más.

"Vengo todos los días porque a veces en mi casa no hay", mencionó.

Este menor de 8 años es uno de los más de 250 alumnos tanto del kínder Pulgarcito como de la primaria Jaime Torres Bodet que, cuando terminan las clases, reciben un burrito de manos de Eva Rubio e Ismael Martínez, un matrimonio que desde hace 10 años alimenta a pequeños de colonias como Anapra y La Conquista, dos de las más marginadas del norponiente de Ciudad Juárez.

A últimas fechas también sus padres se forman porque, con pena, explican que de no ser por esa ayuda, tendrían el estómago vacío.

"A veces llegan llorando y nos dicen que les demos algo porque no tienen nada para sus hijos", comentó Ismael, un ex pandillero y alcohólico que encontró una forma de colaborar con su comunidad a través de Pan de Vida, ubicado en la calle Hipocampo, justo entre el jardín de niños y la primaria.

Es un oasis para los habitantes de estas colonias desérticas, localizadas a unos metros de las ciudades de El Paso, Texas y Sunland Park, Nuevo México, donde la arena se levanta al más mínimo soplo de viento.

De lunes a viernes, Eva comienza a preparar los guisados que colocará en las tortillas de harina, desde las 7:30 de la mañana, y el reparto inicia a las 12:00, cuando salen del preescolar y media hora después llegan los alumnos de primaria una vez que salen de clases.

"No cobramos ni un peso, el pago es ver que los niños dibujan una sonrisa porque pueden comer algo, son los más necesitados", dijo Eva, originaria de Durango y quien emigró a la frontera a los 17 años para buscar trabajo en la industria maquiladora.

Ésa es una rutina que ella y su esposo realizan desde hace 10 años, cuando Ismael, originario de Ciudad Juárez, comenzó a colaborar con Leo y Marco Samaniego, unos filántropos de El Paso, Texas, que dirigen una asociación de albergues y comedores y sin quienes esta cruzada humanitaria no podría llevarse a cabo.

Estos bienhechores llegaban cada Día de Acción de Gracias a la zona de Anapra a compartir el pavo, y al ver la necesidad de las familias, decidieron establecer un comedor...

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