Brotan desde Oaxaca migrantes de barro

AutorDaniel de la Fuente

Fotos: Jesús López Bolaños

OAXACA.- Tras vivir en París tres años, Alejandro Santiago llegó una tarde de 1999 a Teococuilco, su pueblo, ubicado en la Villa de Ixtlán, al norte de la capital oaxaqueña, para tomar cerveza y mezcal con unos amigos.

Serían las siete de la noche cuando la compañía partió y el artista nacido en 1964 se dio cuenta de que, en el silencio imperante de la Sierra Juárez, el único ruido era el de los pasos de quienes se iban.

Intrigado, fue con Lifoncia, una de las más viejas del pueblo, y ella, con su voz tan grave "que retumba en el pueblo", le dijo: "Ay, papacito, mira cómo está todo. Tan solo".

Así fue enterado de que los hombres llevaban años migrando a Estados Unidos. De que las casas, remozadas por el dinero de los ilegales, quedaban abandonadas. De que ellos volvían cada dos años sólo para procrear o bautizar y de que ya no era posible ver el camino lleno de yuntas con el fruto de las milpas.

El artista, de carácter dulce que contrasta con su físico robusto, mirada dura y pelo largo y canoso, concibió entonces, plenamente, repoblar Teococuilco.

Inspirado en las monumentales piezas clásicas que vio en los museos europeos y en proyectos como los del búlgaro Christo, Alejandro puso troncos con figuras en los senderos. Sin embargo, reviró y fue al taller de una hija de Dolores Porras, en Atzompa, para que ahí le ayudaran a cocer piezas.

Con experiencia en cerámica de menor formato, hizo menos de 20 piezas y las mostró el Día de Muertos del 2001 en la Casa de la Cultura de ese municipio. Eran delgadas y descoloridas.

Pero Alejandro carecía de la experiencia migrante. Por ello, en el 2003 cruzó ilegalmente a Estados Unidos para sentir lo que sienten los que abandonan su pueblo incluso para siempre.

Gracias a un coyote, consiguió un menú de identificaciones falsas y eligió la foto más parecida a él. Sin embargo, en el paso de Tijuana se puso nervioso y la migra lo regresó.

Insistió por la Mesa de Otay y pudo entrar. Ya adentro, llamó a su galería en San Francisco: Bond Latin.

"¿Pero qué andas haciendo?", le preguntaron y fue así como él determinó el origen de "2501 Migrantes": Sería una instalación que llevaría a los migrantes de vuelta a su pueblo y serían 2 mil 500 porque ése era el número de las cruces que vio en la frontera por los caídos en pos de prosperidad.

Agregaría uno, dijo, porque siempre hay un migrante más en la cuenta. Siempre.

'ME VEÍAN CON CARA DE LOCO'

Sus 2501 migrantes, dijo, serían de barro...

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