Adiós al rescate

AutorDaniel de la Fuente

En un accidente automovilístico los fierros retorcidos tienen su propio lenguaje, pero hay quienes son capaces de sostener un diálogo con ellos a fin de arrancar a las víctimas de estos percances, tan comunes en la Ciudad.

Y es que cada vehículo tiene sus propias características de seguridad, por eso cada rescate nunca es igual a otro.

Tres de los que hacen posible este diálogo son José Antonio Gerard Mariscal, Anselmo Inurrigarro Guillén y José Zarazúa Hernández, los más experimentados en rescate urbano de la Cruz Verde de Monterrey.

Sus nombres quizá no le digan mucho a la mayoría, pero sí a quienes tuvieron la suerte de vivir para contar la vez que quedaron atrapados entre los fierros retorcidos de su auto en algún choque.

Anselmo, regiomontano de 41 años; Gerard, casi de 61 y del DF, y Zarazúa, de Monterrey y con 40 de edad, saben que todo puede suceder en este tipo de accidentes, por lo que aplican un rígido protocolo al arribar a un siniestro en el inmenso camión blanco de franjas verdes que conducen y que, por sus ocho toneladas, es difícil frenar si se imprime mucha velocidad.

Este Ford 2007 hecho especialmente para rescates es el cuarto protagonista trascendente. En sus compartimentos lo mismo hay tanques de aire comprimido para inflar colchones neumáticos que levantan hasta 55 toneladas, extintores, chalecos salvavidas, cuerdas, tanques de oxígeno y varillas para cortar concreto, canastillas, ventiladores y las "estrellas" del rescate: cortadoras y separadoras hidráulicas, así como el RAM o pistón telescópico para desplazamientos y estructuras colapsadas.

La altura del vehículo coincide con la de las ventanillas de los autobuses, en caso de rescate.

El método de estos hombres es evidente al acudir la madrugada de un viernes a un reporte de accidente en Gonzalitos y Leones.

El vehículo quedó impactado contra un señalamiento antes de la joroba y, el conductor, prensado y sin vida. Al llegar, Gerard abanderó el lugar al atravesar su camión para dejar sólo un carril de circulación y evitar el encontronazo de algún ebrio.

Tras comprobar que el conductor había fallecido, los tres evaluaron rápidamente cómo sacarlo.

Decidieron cortar con sus instrumentos una puerta y desplazar el tablero para desaprisionar las piernas del joven. Las maniobras no tardaron ni 10 minutos.

"Eso no se hace con el uniforme", reprendió Anselmo a un joven paramédico al verlo juguetear con otros compañeros y en medio de peritos, tránsitos y reporteros.

Ataviados con sus overoles verde con amarillo, así como de sus cascos, los rescatistas concluyen su labor, permiten que los forenses trasladen a la víctima y, sin otro...

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